La fuerza de la improvisación

De las cincuentaitantas películas en que se ha estabilizado la producción anual española hay un elevado tanto por ciento, que oscila en torno al 20%, que no llegan a estrenarse. Cuando se ve alguna en un pase privado, un festival o se emite por televisión, muchas veces se comprende que no se hayan estrenado. Son productos fallidos, mal escritos, peor realizados y pésimamente interpretados, que no se comprende cómo se han producido.Sin embargo, de vez en cuando aparece entre estas películas alguna que tiene un auténtico interés y no se comprende cómo no ha llegado al público de manera más normal. Éste es el caso de Los hijos del viento, seleccionada por la prestigiosa Semana Internacional de la Crítica del Festival de Cannes, que posteriormente se ha presentado con éxito en varios festivales internacionales, pero que ha estado a punto de no estrenarse nunca en España.

Producto de la constancia de Fernando Merinero, que no sólo es el guionista, el director y el productor, sino también el protagonista, Los hijos del viento es una película que se sale bastante de lo habitual, motivo por el que ha tenido tantas dificultades para acceder a un mercado cada vez más conformista. Sin embargo, sus diferencias no nacen de la complejidad, novedad o dificultad de la historia que cuenta, sino de la manera de acercarse a una peculiar historia de amor.

Abogado y lesbiana

Narra las relaciones entre un abogado criminalista y una cubana lesbiana, a la que ha ayudado a salir de la cárcel, por la que siente un gran deseo. El atractivo de la historia, su diferencia, estriba en el alto grado sinceridad con que está contada.

Este se debe en girar en torno a la improvisación, hasta el extremo de que el director es también el protagonista para manejar a los actores, no sólo detrás de la cámara, sino sobre todo delante, lo cual da una gran sinceridad a los personajes femeninos, encarnados por Magaly Santanal Felicitas García, Rosa Estévez y Lidia Herrera, y a sus diálogos, pero mucho menos al protagonista, al realizador Fernando Merinero.

Tras una deslumbrante primera parte, Los hijos del viento deja muy claro el defecto de las películas apoyadas en la improvisación. El guión tiene una débil estructura dramática, está lleno de baches e incluso es repetitivo. Lo que no impide que esta historia, llena de elementos escatológicos, que se desarrolla en escenarios naturales en Las Palmas, sea superior a muchas que ofrece el cine nacional y muestra a Fernando Merinero como un buen director de actores, pero un flojo guionista.