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El médico de Mitterrand, condenado por "violar el secreto profesional"

"El más fiel de los servidores se convirtió en un traidor". Así describía el fiscal del Estado la trayectoria del doctor Claude Gubler, médico de la familia del ex presidente François Mitterrand desde 1969 hasta el otoño de 1994. Gubler fue condenado ayer a cuatro meses de cárcel, con suspensíón de pena, por un delito de "violación del secreto profesional".Al doctor personal de Mitterrand no le faltó tiempo, una vez fallecido el presidente, para lanzar al mercado Le grand secret, un libro del que vendió 40.000 ejemplares en un día y que fue secuestrado al día siguiente. El secreto que revelaba era el cáncer de su paciente: el presidente estaba enfermo desde, como mínimo, el 16 de noviembre de 1981, ocho meses después de ser elegido presidente por primera vez.

El editor de Le grand secret ha sido multado con 60.000 francos (1,5 millones de pesetas) y el periodista que ayudó a redactar el libro con 30.000. La familia Mitterrand ha ganado, pues, su proceso contra el "traidor". Gubler, en compañía del urólogo Adolphe Steg, anunció a Mitterrand en 1981 que la fatiga que había sentido al regresar de Cancún no era fruto del viaje, sino de "un cáncer de próstata con metástasis ósea". Entonces Steg y Gubler, aunque no se lo dijeran al paciente, creían que este iba a vivir entre tres meses y tres años".

No fue así y durante más de 13 años Gubler, mientras recetaba hormonas, firmaba partes médicos falsos. Mitterrand había realizado, en campaña electoral, una promesa provocada por la muerte del presidente Pompidou, quien falleció sin que los franceses supiesen oficialmente que estaba enfermo. Mitterrand deseaba una total transparencia sobre su salud, pero una vez en el poder comprendió que su papel no iba a ser el mismo si sus socios europeos, sus rivales políticos en la oposición o en el propio Partido Socialista llegaban a conocer que estaba tocado por la muerte. Se optó, pues, por mentir.

Testimonios contradictorios

La decisión judicial, que subordina la verdad de la ciencia al respeto de la intimidad del paciente, no afecta en nada a las revelaciones de Gubler relativas a fechas y características de la enfermedad. Su relato parece menos fiable cuando afirma que el presidente, a finales de 1994, no estaba en condiciones de gobernar, ya que durante los últimos ocho meses de su mandato "la enfermedad monopoliza su atención aunque no haya afectado a sus facultades intelectuales". Los testimonios que contradicen a GubIer son numerosos, pero tan interesados como el del propio doctor.En Le grand secret, Gubler le pasa factura a la familia Mitterrand y describe un palacio del Elíseo invadido por la enfermedad y en el que otros dos médicos -Tarot y Kuyper- disputaban por la dosis de tranquilizantes y euforizantes que había que dar al ilustre paciente.

El editor Olivier Orban resumió así el caso: "Los jueces tenían que elegir entre la verdad histórica y la mentira de Estado. La sentencia no deja lugar a dudas: prefieren la mentira". Para la familia Mitterrand y su abogado, George Kjeman, se ha respetado "el derecho a la intimidad". Pero quien parece haber sacado la mejor enseñanza del embrollo es el presidente Jacques Chirac. Para él, la salud de un jefe de Estado debe permanecer en secreto.

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