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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Deberes de verano

EN VíSPERAS de la discusión de los presupuestos de 1997 entre el Gobierno del PP y CiU, el presidente catalán, Jordi Pujol, ha querido plantear, como tema de enjundia histórica, una reflexión sobre el hecho diferencial catalán. En su auditorio destacaba, como un signo de los tiempos, la nutrida presencia de ministros del PP, con el vicepresidente Rato a la cabeza, en contraste con la escasa representación de sus antiguos aliados socialistas. Atendiendo a sus palabras, no se trata de entrar en un debate sobre financiación o sobre competencias, sino de algo que requiere, una solución estable y que debería abrir una nueva etapa en el encaje de Cataluña dentro de España. Ayer mismo, con motivo de su encuentro en La Moncloa con el presidente del Gobierno, Pujol esbozó una excusa tratando de lavar su reflexión autonómica de cualquier sospecha de intercambio monetario.La sustancia de la reflexión de Pujol es muy sencilla. El presidente catalán considera que hasta el momento se ha hecho una lectura restrictiva de la Constitución en relación a la autonomía catalana. Denuncia el mecanismo del café para todos, que consiste en generalizar y homogeneizar las competencias o los logros conseguidos por Cataluña con el objetivo de diluir precisamente la necesidad de diferencia de los catalanes. Argumenta, con un punto de conminación, que sin una lectura generosa de la Constitución se llegará, "tarde o temprano, al callejón sin salida de pedir la reforma". La reflexión fue acogida con más asentimiento que preocupación entre los seis ministros del PP presentes en la sala, aunque no se ha producido aún la reacción que solicitó Pujol de los presentes: "Mientras esto lo diga sólo el presidente catalán no tendrá suficiente eficacia".

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Con la conferencia del lunes y la entrevista con Aznar del martes, Pujol ha señalado ya los deberes que tendrá que cumplir el Gobierno del PP para satisfacer a su socio de investidura y probablemente de legislatura. El PP deberá convertirse en el abanderado del hecho diferencial y no únicamente mediante gestos políticos, como la desaparición de los gobernadores civiles en Cataluña y la aplicación de la Administración única para convertir al presidente de la Generalitat en el auténtico y casi único representante del Estado en la autonomía. Pujol exige también al PP que haga pedagogía diferencialista en su discurso político fuera de Cataluña.

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A esa papeleta, que tiene algo de penitencia por los recientes pecados antiautonomistas del PP, Pujol añade otros deberes aún más difíciles, sólo insinuados con motivo de la entrevista en La Moncloa. El necesario recorte del gasto en los presupuestos de 1997 no debe afectar únicamente a las infraestructuras, sino a otras partidas no mencionadas. Es el PP el que debe dar nombre y cargar con la responsabilidad de dar el tajo al Estado de bienestar para asegurar que la economía española sigue la senda de Maastricht. Pujol sabe que el recorte también afectará a unas transferencias hacia Cataluña que se anunciaban fabulosas en los momentos de la euforia pactista que siguieron a la escuálida victoria popular del 3 de marzo. Sabe que será difícil venderle a su electorado la continuidad de un pacto que no aporta recursos. De ahí que imponga al PP estos difíciles deberes consistentes en cambiar como un calcetín su discurso sobre Cataluña y en asumir todo el peso de los recortes sociales.

La reflexión sobre el hecho diferencial es "interesante y necesaria" -tal como han dicho algunos de los ilustres oyentes del conferenciante-, y la mayoría de los observadores de la realidad política española suscriben como mínimo los elementos más obvios de un concepto ahormado por la realidad de una lengua y una cultura diferentes y de una voluntad autonomista larga y ampliamente expresada en las urnas. Pero lo más interesante es el momento político elegido por Pujol, a los dos meses de la formación del Gobierno, y en un momento de especial euforia popular. Y lo interesante del momento político es lo que posiblemente le ha hecho comprender a Pujol que era necesario imponer estos difíciles deberes de verano.

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