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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tregua, hora cero

A LAS doce de la noche de hoy acaba la tregua de una semana anunciada por ETA. Pronto se verá si fue algo más que una trampa. En todo caso, los partidos democráticos, los grupos pacifistas y amplísimos sectores de la sociedad vasca le han tomado la palabra a la organizan terrorista y le exigen que amplíe -ojalá que para siempre- el cese de la violencia. La pelota está ahora más que nunca en el tejado de ETA. En estos siete días se han multiplicado los mensajes y también los gestos hacia la dirección etarra. El Gobierno ha declarado explícitamente que está dispuesto a dialogar con la organización terrorista siempre que cumpla las condiciones establecidas por la Mesa de Ajuria Enea: liberación inmediata del funcionario de prisiones José Antonio Ortega, prolongación de la tregua y aceptación del pluralismo político y las reglas democráticas.Este fin de semana se ha puesto también en marcha el traslado de presos etarras a cárceles cercanas al País Vasco. El ministro del Interior, Jaime Mayor, ha subrayado que esta política penitenciaria sirve tanto si hay tregua como si no. Es importante que los ciudadanos puedan estar seguros de que no se están haciendo concesiones a ETA incluso antes de que cumpla ninguna de las exigencias del pacto de Ajuria Enea, pero es posible que la aceleración del traslado de los presos esté relacionada con el final de la tregua. Es la organización terrorista la que debe dar ahora alguna de las señales que le han pedido los partidos vascos, y ninguna mejor que liberar de inmediato a Ortega Lara.

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Sin duda, los equívocos son numerosos. Pero eso es normal en los inicios de todo proceso. En este momento lo que hay sobre el tapete es la petición generalizada de la sociedad vasca a ETA para que deje de matar y una oferta clara de las fuerzas democráticas de que, si lo hace, profundizará en el diálogo político y "apoyará otros procesos de diálogo entre los poderes del Estado y quienes hayan decidido abandonar la violencia". Si cumplen estos iniciales requisitos, ya habrá tiempo de aclarar los equívocos actuales y los que puedan surgir. Conviene no perder de vista, sin embargo, la penosa lección que la historia ofrece de los diálogos con los terroristas -aquí y en otros países- y tomar buena nota de la instrumentalización perversa que hacen del dolor y sufrimiento que ellos mismos causan.

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Los partidos y el Gobierno, también las organizaciones pacifistas, han hecho bien estos días en emitir mensajes dialogantes, alentando a ETA y a su mundo para que tomen en consideración la oportunidad que se les brinda. El compromiso alcanzado esta semana por la Mesa de Ajuria Enea es fruto de un esfuerzo generoso innegable y tiene una trascendencia evidente, mucho más cuando el propio Ejecutivo lo ha asumido expresamente, cambiando radicalmente al menos el énfasis de su programa antiterrorista.

Por eso resulta descorazonador, y probablemente elocuente respecto a las verdaderas intenciones de ese mundo, que por toda respuesta los dirigentes' de HB hayan hablado de portazo de la Mesa de Ajuria Enea a la oferta de ETA. Se equivocan quienes a la vista de estos desplantes pueden tener ahora la tentación de rebajar las condiciones que el mismo Pacto de Ajuria Enea fijó el pasado martes.

Renunciar a mantener las condiciones mínimas, fijadas tras un esfuerzo de generosidad equivaldría a someterse al chantaje posterior de la banda terrorista, al desbaratamiento del renovado consenso alcanzado por los partidos vascos y a la pérdida de la coherencia y del sentido democráticos. Si el acuerdo de Ajuria Enea es un texto impecable y valioso, el comunicado suscrito por los sindicatos vascos ELA y LAB -este último de la órbita de HB- dista mucho de serlo.

A primera vista puede ser esperanzador que pidan a' ETA que "considere" la posibilidad de "ampliar la distensión", pero el escrito desplaza a los partidos que representan a la inmensa mayoría del pueblo vasco y los convierte en meros espectadores, sin otro papel que "apoyar sin reservas" una eventual negociación entre ETA y el Gobierno. Se rompería así el esquema de la Mesa de Ajuria Enea, según el cual los partidos vascos, incluida la coalición Herri Batasuna, pueden establecer un consenso que "dé razonable satisfacción" a las diferentes aspiraciones y planteamientos políticos existentes en la sociedad vasca. Eso nada tiene que ver con la vieja aspiración de ETA de abrir una negociación directa con el Gobierno, con los partidos democráticos convertidos en convidados de piedra. Es el escenario que ETA ha buscado siempre para imponer la negociación política. Y eso sí está fuera del orden del día

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