Clinton impone la lucha contra el terrorismo como eje de la Cumbre del Grupo de los Siete
ENRIC GONZÁLEZ / VICTORIA CARVAJALBill Clinton marcó las reglas del juego. El presidente de Estados Unidos impuso ayer su voluntad al resto de los líderes de las siete grandes potencias industriales y consigUIÓ que, la cumbre del Grupo de los Siete (G-7) se volcara sobre el terrorismo. El presidente francés, Jacques Chirac, cambió la agenda de la reunión, iniciada anoche en la ciudad francesa de Lyón, y, arrinconó la mundialización de la economía, a la que como anfitrión deseaba dedicar el máximo tiempo, para consagrar la primera cena a cuestiones de seguridad. "Ésta será una cumbre antiterrorista", había anunciado Clinton al partir de Washington, aún bajo el impacto del atentado de Dahrán. Su palabra fue ley.
El primer acto de los siete grandes fue convocar para julio, en París, una reunión ministerial de los ocho (los siete más Rusia) en la que se elaborará un plan antiterrorista concreto. Chirac se adelantó a los acontecimientos y, al encontrarse con Clinton ayer tarde, le sugirió dedicar la cena de apertura a hablar de terrorismo. Fue "un pequeño cambio en la agenda", en expresión de la portavoz presidencial francesa, Catherine Colonna. Clinton aceptó, por supuesto. La cena íntima de los siete grandes líderes, a los que se unió el presidente de la Comisión Europea, Jacques Santer, se celebró al gusto americano. La mundialización, por la que tanto se había interesado Chirac, se encajará como se pueda en la discusión económica general de esta mañana.Al término de la cena, los siete grandes (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá) emitieron una declaración en la que calificaron al terrorismo de "máximo desafío para la seguridad del conjunto de nuestras sociedades y nuestros Estados. Agregaron que debía consagrarse una especial atención a "la amenaza de una utilización, con fines terroristas, de productos nucleares, químicos y biológicos, así como sustancias tóxicas". El G-7 proclamó su determinación de "combatir el terrorismo por todos los medios legales" y pidieron al resto del mundo que se uniera a ese objetivo.
Se esperaba que la cumbre del G-7 en Lyón fuera protagonizada por Clinton. La excelente salud económica de Estados Unidos permitía a su presidente dar lecciones a los socios europeos (Alemania, Francia y Reino Unido) y exhibir un liderazgo internacional muy apropiado en año de elecciones. Para los europeos, aún acogotados por la crisis de las vacas locas, con una economía estancada, unas tasas de paro isoportables y sin grandes propuestas que hacer, la cumbre de Lyón debía pasar sin pena ni gloria. Japón, con una economía en franca recuperación, iba a asumir una importante función como portavoz del pujante continente asiático y, sobre todo, del gigante chino.
A este cuadro se añadió a última llora el atentado contra las tropas estadounidenses estacionadas en Dahrán (Arabia Saudi). Y Clinton consiguió en la primera jugada de la cumbre, que concluirá el sábado, enviar un mensaje a sus electores: Estados Unidos mantiene su liderazgo en el mundo. Y cuando quiere que la lucha antiterrorista sea una prioridad, lo consigue.
En su reunión bilateral previa a la cena, Chirac le hizo otro obsequio a Clinton al confirmarle lo ya expresado recientemente en Berlín: Francia se siente "plenamente satisfecha" con la reforma de la OTAN y, tras años guardando distancias, está dispuesta a "asumir plenamente sus responsabilidades".
Japón aboga por China
El primer ministro japonés, Ryutaro Hashimoto, también se entrevistó con Chirac. Hashimoto, un hombre: con sentido del humor y capacidad de sarcasmo, rompe con el estilo tradicionalmente discreto de los líderes japoneses. Invitó al presidente francés, a quien calificó de "amigo personal", a visitar oficialmente Japón en noviembre, y expuso sin ambages sus reivindicaciones para esta cumbre: integración plena de China "en el orden económico mundial", máxima liberalización financiera y comercial y ampliación de la ayuda a los países en vías de desarrollo.
La ayuda a los países menos desarrollados era otro de los grandes temas previstos por el anfitrión francés. Chirac, que ayer se definió a sí mismo como "el abogado de los pobres", planteará hoy la necesidad de que los más ricos hagan un esfuerzo adicional en la condonación de la deuda de los más pobres.
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