Ni blanco ni negro
No todo es blanco y negro en la gran batalla de la enseñanza británica. Podría pensarse que los Gobiernos conservadores han favorecido un sistema selectivo en la escuela secundaria, -de los once a los 16 o 18 años de edad-, financiando centros que se reservan el derecho de admisión, mientras los Laboristas han sido partidarios de las escuelas estatales abiertas a todos los alumnos. Pero no es ésta toda la verdad.Primeros ministros conservadores como Margaret Thatcher, aconsejada por su peluquera, según ha revelado uno de sus asesores ministeriales, mantuvieron el sistema laborísta con pocos cambios, adoptando en el National Curriculum de 1986, planteamientos que hubiera suscrito el propio Harold Wilson.
La otra cara de la moneda, el Nuevo Laborismo, ofrece una imagen de extrema propensión a aceptar los valores conservadores. Tony Blair, el líder del partido, lleva a su hijo mayor, Euan, de 11 años, a una escuela católica subvencionada por el Estado que practica el sistema de examen de admisión. Blair ni siquiera se ha molestado en dar explicaciones de una elección que contradice bastante la política de su partido. Poco después de estallar el pequeño escándalo de la escuela elegida por el líder laborista, la portavoz de Sanidad del mismo partido, Harriet Harman, armó la tremolina apuntando a su hijo a una de las escasas grammar school, que sobrevivieron a la gran batalla. La escuela está a unos doce kilómetros del domicilio de Harman quien, por razones estrictamente políticas reside en la circunscripción que representa en el Parlamento, una zona deprimida de las afueras de Londres. Harman se defendió de las críticas diciendo que quería lo mejor para su hijo.
¿Qué pasa entonces en este país, donde la nostalgia del viejo sistema parece planear incluso sobre las cabezas de los líderes del partido socialdemócrata?
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