Una gran versión
La versión en concierto de La clemencia de Tito, última ópera estrenada por Mozart , que entre nosotros ha tenido escasa difusión, tuvo una calidad de primer orden y, por lo mismo, una acogida entusiasta.Se trata de una gran partitura, con números y recitativos acompañados de singular belleza lírica y dramática, y a veces de rara originalidad: el rondó de Sesto, en el segundo acto, constituye un prodigio, y lo fue más gracias a la espléndida interpretación de Diana Montague, artista pura, honda y admirable en todo y por todo. Sustituía en el cartel a la primeramente anunciada Ann Murray, pero el cambio no dañó en absoluto el nivel de la interpretación, ya que se trata, en ambos casos, de verdaderas figuras.
La clemencia de Tito
Ópera seria de Mozart, libreto de Mazzola sobre Metastasio (versión de concierto). Intérpretes: Rendall, Montague, Bradley, Schumann, Arruabarrena y Zapater. Coro de la Comunidad y Orquesta Sinfónica de Galicia.Director: Víctor Pablo Pérez. Auditorio Nacional. Madrid, 19 de junio.
Algo parecido sucedió con el protagonista, Tito, que de Rolf Johnson pasó a su compatriota David Rendall, un, cantante de noble y alto estilo; su parte, como todas las de la ópera, abunda en dificultades.
Gweridolyn Bradley, norteamericana, de timbre incisivo y precioso color, cantó el personaje de Servilia con primor y
efusividad. Patricia Schumann, de Los Ángeles, logró una estupenda Vitelia, personaje al que Mozart regaló momentos verdaderamente peliagudos. Venció en toda la línea, como la guipuzcoana Maite Arruabarrena (Annio), de materia pastosa y ejecución ágil, o el ovetense Miguel Ángel Zapater, enaltecedor de la figura de Publio. Como el coro de la comunidad, que dirige Miguel Goroba, y la Orquesta Sinfónica de Galicia, prestigiada y madura, aportaron una base sólida, el total fue digno de cualquier teatro de los que visitan en viajes turístico-musical nuestros operófilos.
Faltaba la escena, el ambiente y su acción, mas encuentro que estos argumentos de romanos están más muertos que vivos y sólo subsisten, por lo que tuvimos y disfrutamos: la música.
Al frente del magnífico resultado se sitúa el maestro Víctor Pablo Pérez, que equilibra talento y sensibilidad. Hizo cantar a la orquesta con. arte vocal y sometió a los cantantes a imperativos instrumentales tantas veces determinantes en la escritura mozartiana.
El noveno Festival Mozart alcanzó una cota muy alta, aunque nuestro público no llenó el auditorio, lo que hace pensar en el difícil camino que le espera al futuro Teatro Real.
Babelia
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