Lébed y el golpe fantasma
La novelesca aventura -consistente en la supuesta desarticulación el martes de una sublevación militar- con la que el general Alexandr Lébed estrenó su cargo de secretario del Consejo de Seguridad y ayudante de Borís Yeltsin ha preocupado a los políticos profesionales rusos -tanto de izquierda como de derecha-, pero es consecuente con la imagen de hombre de acción que el carismático oficial ha proyectado ante su electorado.Lébed explicó que había bloqueado el intento de un grupo de altos cargos del Ministerio de Defensa de declarar un estado de alarma en las guarniciones de Moscú para ejercer presión sobre el presidente e impedir el cese del ministro Pável Grachov. El general dijo que dio órdenes al Punto de Mando Central y visitó el mando del distrito militar de Moscú y de las tropas de paracaidistas. Si su relato es cierto, y el oficial de guardia en el Punto de Mando Central cumplió sus órdenes, esto significaría que el mecanismo institucional de transmisión de decisiones no funciona ni siquiera en el Ejército, con todo lo que esto puede implicar en caso de crisis.
Aunque la incorporación de Lébed al equipo de Yeltsin ha sido presentada como el producto de una alianza en pie de igualdad entre Yeltsin y el emprendedor general -el candidato que quedó en tercer lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales- . oficialmente ninguno de los dos cargos que ha recibido tiene competencias ejecutivas. Las órdenes que supuestamente dio supondrían, por lo tanto, una extralimitación en sus funciones, a no ser que hubiera cumplido instrucciones de Yeltsin, lo cual entraría en contradicción con las declaraciones de los portavoces oficiales que han tratado de quitar importancia a lo sucedido sin desacreditar a Lébed.
La confusión reinaba ayer en los medios políticos moscovitas, donde muchos se inclinaban a pensar que Lébed había exagerado su hazaña. Esto tampoco tranquilizaba a nadie, ya que los centros de mando militar ruso, responsables de arsenales atómicos, no son el escenario más adecuado para fanfarronerías de inmaduros.
La Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento) encomendó a los comités de Seguridad y Defensa que investigaran los sucesos descritos por Lébed. Víktor Iliujin, jefe del primer comité citado, manifestó que "ni el Gobierno ni los servicios de Seguridad tenían información de una conjura o intento de conjura"_Según lliujin, los compañeros de estudios del ex ministro simplemente se habían reunido a comentar el cese de Grachov.
Medios periodísticos militares afirmaban que la causante de tanta agitación castrense fue Yelena Agápova, la secretaria de prensa del ministro, a la que se le ocurrió la idea de pedir a los generales que enviaran telegramas de protesta por el cese de su jefe. Esta idea, expresada en una conversación, informal, se transformó en supuesta conspiración por obra y gracia de un chivatazo, señalaron los medios, que consideraban la acción de Lébed como "de pésimo efecto".
Dado el carácter resuelto de Lébed y sus intenciones de luchar contra la corrupción, los analistas pronostican que el general no podrá evitar los conflictos con los allegados del presidente Yeltsin. El gobernador de la región de Nizhrii Nóvgorod, Borís Neintsov, manifestó ayer que la llegada de Lébed al Kremin es una auténtica revolución", y no falta quien pronostica que Lébed repetirá el destino que Yeltsin sufriera en otoño de 1987, cuando, cansado de los enfrentamientos con los conservadores del Partido Comunista, afirmó que la perestroika se había estancado y provocó la primera gran crisis del equipo reformista de Mijaíl Gorbachov. Salvando las distancias, las analogías existen, y cabe preguntarse si el Kremlin y sus rituales devorarán a Lébed o, si por el contrario, será el general quien imponga su orden en el Kremlin.
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