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El Reino Unido confía en la Comisión Europea en el caso de las 'vacas locas'

El Gobierno británico ha moderado su tono en vísperas de la cumbre europea que comienza el viernes en Florencia. No se trata de que las exigencias hayan cambiado. La amenaza de seguir aplicando la política de no cooperación, en tanto la Comisión no fije un plan para el levantamiento de embargo de vacuno, sigue en pie. Pero el responsable de la diplomacia británica, Malcolm Rifkind, reconoció ayer ante una decena de corresponsales europeos en Londres que el Reino Unido está dispuesto a aceptar un marco de actuación sin fechas concretas y confía en la imparcialidad del máximo órgano europeo.

"Ahora el problema es de todos. Y lograr un acuerdo marco para retirar la prohibición será un triunfo del sentido común". Quizás un arreglo de este tipo no sea del gusto del ala euroescéptico del Partido Conservador. "Ya lo veremos. Ser euroescéptico no significa ser irracional", apunta el titular del Foreign Office, Malcolm Rifkind. Los británicos han comenzado a desplazar el peso de sus críticas: el malo de la película no es ya la Comisión Europea, sino algunos de los Estados miembros de la UE. Contra ellos, de hacer caso a Rifkind, se dirigió el boicoteo de la actividad comunitaria. "Sabíamos que esta medida molestaría a nuestros socios, pero no tuvimos más remedio", dice el ministro de Exteriores.

Una política que ha bloqueado decisiones comunitarias durante las últimas tres semanas no ha obtenido aún los resultados pretendidos. ¿Por qué han iniciado una guerra con Europa que no podrán ganar? "Es hora de ser serios y dejar de lado la terminología de los tabloides. Nadie ha hablado de guerra"' dice Rifkind. Y en cuanto a resultados, "hace tres semanas ni siquiera se contemplaba la posibilidad de este acuerdo marco que ahora prepara la Comisión".

Rifkind es optimista sobre la posibilidad de aunar posturas antes del comienzo el viernes de la cumbre de Florencia. "Se trata de alcanzar un consenso que tenga en cuenta la preocupación por la salud de la población, el rigor científico y la excepcionalidad de un embargo dictado por 14 países contra el decimoquinto, y que sólo debería mantenerse en condiciones extremas y sobre la base científica".

¿Y si el acuerdo no llega? ¿Quedará la cumbre reducida a una discusión sobre el vacuno? Rifkind reconoce que el tema pasaría a ser protagonista de las discusiones. Después de todo, señala, la prohibición impuesta por la Comisión ha sido "desproporcionada".

"La decisión se tomó a toda prisa y, en el caso de muchos países, sólo por razones políticas. Con el objetivo de defender sus propios mercados cárnicos", dice Rifkind. ¿Acaso es la prohibición de cruzar la fronteras nacionales el único obstáculo a salvar por el vacuno británico para recuperar la confianza del mercado europeo? "No, desde luego que no. Pero es un importante paso", responde Rifkind. Sin embargo, su colega, Douglas Hogg, ministro británico de Agricultura, es capaz de reconocer discretamente algunos fallos cometidos por el Gabinete del que forma parte. Al menos hasta marzo de 1996, la actuación de las autoridades británicas no fue todo lo enérgica que hubiera sido de desear para erradicar la epidemia. "Estábamos confiados en que la enfermedad no podía saltar la barrera de las especies. Pero cuando el comité científico señaló que esta posibilidad existía, actuamos con vigor y con rigor", dice.

Otros países han sufrido serias represalias económicas de la Comunidad Europea. El jamón español no cruzó las fronteras nacionales hasta mucho después de haberse erradicado la peste porcina. ¿Acaso no sería razonable exigirle otro tanto al Reino Unido con la epidemia de las vacas locas? "No lo creemos. La enfermedad está en proceso de erradicación", dice Hogg.

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