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Nostalgia otomana

Emilio Menéndez del Valle

Un mundo panislámico en el que los turcos podrán viajar sin pasaporte a países como Arabia Saudí, Argelia o Irán. Un Estado, Turquía, que, al salir de la OTAN, quedará liberado del yugo de Occidente e impulsará una organización defensiva y una comunidad económica islámica. He aquí, aderezados de alusiones a la grandeza histórica del imperio, algunos de los escenarios dibujados por Necmetin Erbakan, líder del Partido (islamista) del Bienestar, durante la campaña de las elecciones generales celebradas en Turquía -un país oficialmente laico- el día de Nochebuena de 1995.En ellas, ese partido obtuvo el 21,32% de los sufragios, frente al casi 40% de los dos partidos rivales de la dividida derecha y al 15% de la izquierda. Sin embargo, antes de las generales, la formación de Erbakan había ya conquistado democráticamente las alcaldías de Estambul y Ankara, y el pasado 2 de junio, en elecciones municipales parciales, ha ganado en otras tres importantes ciudades. Lo significativo es que, en esta ocasión, el Partido del Bienestar ha obtenido el 34% de los votos, frente al 33% combinado de los dos partidos derechistas, el de la Madre Patria y el de la Recta Vía.

Esto sucede en un país cuyo Gobierno, presidido durante los comicios de 1995 por la doctora Tansu Çiller, proclamaba en una Carta abierta a los pueblos de Europa que, en realidad, somos un Estado único, la única democracia laica entre las 53 naciones musulmanas del mundo. Ofrecemos al mundo musulmán un modelo diferente, de la misma manera que podríamos aportar una diferente perspectiva cultural a Europa".

Una y otra posición revelan el drama que vive en estos tiempos la sociedad turca, polarizada entre los éxitos crecientes de los islamistas (cuyo líder, empero, manifiesta su compromiso con la política participativa y pacífica) y los esfuerzos de los partidos hasta ahora en el Gobierno por mantener el sistema laico implantado por Ataturk hace siete décadas.

La cosa sería menos grave si no fuera porque tanto en el seno de Madre Patria como en el de Recta Vía existen significativas corrientes proislámicas. Todavía se recuerda en Ankara el impacto de una simple decisión político -administrativa. En 1994, en su empeño por secularizar su departamento, el ministro de Educación, Nevzat Ayaz, sustituyó a tres altos cargos fundamentalistas. A consecuencia de ello, 80 diputados de su propio partido, Recta Vía, exigieron su dimisión. La propia Tanau Çiller abrió su campaña electoral de 1995 con esta pregunta: "¿Estáis preparados para empujar a este país, con sus creencias, con su Libro (el Corán), con su llamada a la oración, hacia Europa y el mundo moderno?". Se trataba de la misma Çiller que, durante su participación hace un par de semanas en Madrid en un seminario organizado por EL PAÍS sobre El futuro de Europa, recordaba a la audiencia el importante papel de los valores espirituales en alza también fuera del mundo islámico.

Estos días, Necmetin Erbakan está tratando de constituir un Gobierno. No es imposible, pero sí muy difícil que lo logre, dadas las fuerzas y los distintos condicionantes en presencia. Forme quien forme Gobierno, hay unos cuantos datos que deben tenerse en cuenta para el futuro. El poder islamista es tan significativo, está tan bien enraizado en considerables sectores sociales, que los Gobiernos laicos (o cuasi) han actuado hasta ahora con miedo a enajenar a la opinión fundamentalista, presente también, como hemos visto, en los partidos oficialmente no religiosos. En 1995, uno de cada 10 niños escolarizados asistía a clases de religión pagadas por el "Estado laico", clases no precisamente neutras, pues en ellas se tiende crecientemente a impartir el islam radical.

Con estos antecedentes cabe preguntarse si la Turquía del futuro consentirá a sus jóvenes expresarse como en enero de este año lo hacía un trabajador de 23 años: "Mi novia es cristiana. Voy a las discotecas y bebo alcohol, lo que significa que no me gusta el Partido del Bienestar. Pero les he votado. Lo he hecho porque el 80% de la gente de este país es pobre y los líderes de los otros partidos no hacen nada por ellos. Hay demasiada corrupción. No tengo miedo del fundamentalismo porque el Ejército nunca lo tolerará. Mi voto no es por el islam, sino por un Gobierno mejor y más limpio".

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En Turquía también se hacen sondeos en las Fuerzas Armadas. Al parecer, los jefes son laicos, pero hay muchos islamistas entre los jóvenes oficiales y la tropa. ¿Qué tipo de juventud prevalecerá?

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