Chicos y mansos
Guardiola / Pura, Mora, El CartujanoNovillos de Guardiola, el 4º como sobrero, impresentables, a excepción del 5º, mansos, sosos y deslucidos.
Juan de Pura: silencio; aviso y silencio. Eugenio Mora: aviso y palmas; dos avisos y ovación. El Cartujano: silencio; silencio.
Plaza de la Maestranza, 16 de junio. Media entrada.
Los novillos pertenecían a dos hierros de la afamada ganadería de Guardiola, pero lo disimulaban muy bien. Entre todos -ganaderos, autoridad y los propios novillos- organizaron un desaguisado impropio de la Maestranza.
La presentación era irreprochable para un festejo sin picadores, pero a nadie con dos dedos de frente se le, ocurre enviar esta novillada a la plaza sevillana, y, mucho menos, a probarla, como hicieron erróneamente los veterinarios. Cinco becerros -se salvó el quinto- escuálidos que hablan bien a las claras del respeto perdido hacia una plaza que fue en su día santo y seña de la tauromaquia.
Juan del Pura sólo pudo derrochar valor y ganas, que no es poco en los tiempos que corren. Nada pudo hacer en su primero que, además de manso, era deslucido, de incierto recorrido. Con cuatro largas cambiadas recibió al cuarto, pero de poco le sirvió porque el novillo derrochó sosería y toda la labor resultó anodina. Por si fuera poco, falló con estrépito al matar.
Eugenio Mora es otro pinchauvas que debe replantearse su grave carencia si quiere seguir en el toreo activo. Se perfila de manera extraña -a la defensiva- y pincha que es un primor. Curiosamente, se supera a sí mismo con el descabello. Toreó valeroso, pero de manera ventajista y con escasa profundidad a su primero, un manso de libro que huyó despavorido del caballo y se aplomó en la muleta; Mora se relajó con algunas series largas y reposadas en el quinto, aunque no lució nunca con un toreo ligado y profundo.
El Cartujano se aburrió en una porfía baldía con su primero, un animal que, como sus hermanos, no se entregó en ningún momento. Aprovechó, sin embargo, el genio del sexto en una faena movida de más a menos que acabó, al final, tan aburrida como toda la novillada. Dos subalternos -José Antonio Carretero y Vallito- protagonizaron los momentos más brillantes de la tarde con pares de banderillas de superior factura.
Babelia
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