Aclaración
Una vez más, Juan Marsé -quousque tandem...?- me ha mencionado de oídas (Babelia, EL PAÍS, 8 de junio de 1996). Desde que hace más de 10 años tuve la mala fortuna de publicar una reseña desfavorable sobre su novela Un día volveré, me somete periódicamente a terrorismo verbal, al que nunca he correspondido. Si en esta ocasión decido romper mi silencio no es por los insultos que me dedica, pues, como en mis polémicas, no recurro a ellos, confío en que desacreditan más al emisor que al destinatario. Sin embargo, no debo ni puedo pasar por alto las dos referencias calumniosas de su artículo.Niego con toda rotundidad haber declarado que "debería hacerse un esfuerzo en la elección de los invitados en los magazines de TV-3" (para evitar la proliferación de castellanohablantes). Este infundio, que lamentablemente apareció en La Vanguardia, fue desmentido en sus mismas páginas dos días después. Lo que yo realmente dije en el acto reseñado fue que, habida cuenta de que, según los cálculos más fiables, existen unos 10 millones de personas que entienden el catalán, por parte de los responsables de programas podría hacerse el esfuerzo de buscar entre ellas a los posibles entrevistados (sin referirme, desde luego, a la lengua en que se expresen, catalán o castellano, pues el mero hecho de entender el catalán ya facilita el diálogo en un programa de TV-3).
En cuanto a que el doblaje en catalán es una "chapuza" es algo tan falso que cualquier telespectador imparcial que siga las emisiones de TV o el Canal 33 puede desmentirlo. Yo aceptaría que Marsé, como cinéfilo, arremetiera contra el doblaje en general. Pero de ningún modo puedo aceptar las descalificaciones gratuitas y calumniosas que dedica a un colectivo (traductores, adaptadores, dobladores, directores) de profesionalidad ampliamente demostrada.
Para terminar, permítaseme un comentario al margen. Recientemente he escrito un prólogo para un libro de la profesora alemana Ute Heinemann en el cual estudia el bilingüismo literario en Cataluña, examinando especialmente -por cierto, con mucha simpatía- la obra de Juan Marsé. Cuando se publique el libro de Heinemann -que aparecerá pronto en versión catalana-, el lector podrá comprobar que mis comentarios no sólo son respetuosos con las discrepancias, sino que, además, no tratan con mala educación o destemplanza a los discrepantes.-
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