_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El hombre que votó dos veces

La fantasía del Gran Israel no nació entre los judíos ortodoxos ni entre los ultraortodoxos. Los ortodoxos la abrazaron en 1967 debido a una absurda asociación entre el auténtico carácter judío y unas fronteras más amplias. El origen del Gran Israel está en el partido Likud y sus predecesores históricos (nacionalistas judíos seculares). Es probable que la ironía de la historia predestine al Likud a liberar a los israelíes de esta fantasía, lo mismo que pasó cuando Menájem Beguin renunció a Sinaí por la paz con Egipto en 1977.Benjamín Netanyahu ha derrotado a Simón Peres por un margen inferior al 1% (unos 30.000 votos). Esto ha ocurrido, entre otras razones, porque durante 20 años la extrema derecha israelí ha estado tachando a Peres y a todo el movimiento por la paz de amantes de los árabes y de traidores, y hasta ha llegado a difundir el rumor de que Peres tiene una "madre árabe". En la pasada campaña electoral, el Likud utilizó fotografías de un Arafat con pinta de malvado estrechando la mano a un Peres con aspecto desconcertado. Efectivamente, el estilo y la apariencia de Arafat ha sido una de las ventajas más efectivas del Likud. Si los palestinos tuvieran un líder de aspecto respetable, con traje y corbata como es debido, y con un aire de comprensivo médico de familia, habría sido mucho más difícil intimidar a la opinión pública israelí con la idea de que Rabin y Peres habían vendido su alma a un peligroso gánster. De hecho, la presentación que de Arafat ha hecho la derecha israelí con frecuencia se parecía a la imagen del judío de las caricaturas antisemitas. Pero, a partir de ahora, Netanyahu tendrá sus propias fotografías dando la mano al monstruo. No le quedará más remedio que exorcizar a Arafat. Me temo que algunos israelíes fogosos no tardarán mucho en proporcionar a Netanyahu una "madre árabe".

El bloque del Gran Israel, formado por el Likud, el Partido Religioso Nacional y el partido de extrema derecha Moledet, se reduce ahora a un 36% del electorado; el bloque pro Oslo también ha perdido algún terreno, pero todavía controla el 43% de los escaños; mientras, entre ambos, hay un 21% de miembros de la Kneset (Parlamento) a medio camino que aprueba los acuerdos de Oslo, aunque con algunas reservas. Además, incluso los partidos que hasta ahora habían defendido el Gran Israel -el Likud y el Partido Religioso Nacional- evitaron totalmente los, eslóganes sobre el Gran Israel en la última campaña, censuraron a sus queridos asentamientos en Cisjordania y se centraron exclusivamente en la. "paz con seguridad". El propio Netanyahu subrayó a lo largo de su campaña su compromiso con los acuerdos de Oslo, a la vez que se abstenía escrupulosamente de declarar públicamente el menor compromiso con el Gran Israel o con los asentamientos. El resultado más significativo de estas elecciones no es la victoria de Netanyahu sobre Peres, sino la vuelta a la marginación, tras 27 años de predominio, de la idea del Gran Israel. Puede que el líder del Moledet, Ze'evi, tenga razón cuando se queja de que su partido es el único de "auténtica derecha". Sin embargo, esta "auténtica derecha" no ha logrado más que dos escaños en la nueva Kneset.

¿Habrían sido los resultados diferentes si Isaac Rabin no hubiera muerto? Nunca lo sabremos. Pero una cosa sí sabemos con toda seguridad: el asesino de Rabin es el único ciudadano israelí que votó dos veces: primero con su pistola, y después en la urna de la cárcel de Bae'er Sheva. Isaac Rabin no pudo acudir esta vez a introducir su papeleta oficial en Neve Avivim. Por eso, el estrecho margen entre Netanyahu y Peres es, en realidad, todavía menor.

La conclusión de estas elecciones es que la inmensa mayoría de los israelíes siguen dispuestos a cambiar tierra por paz. Pero mientras Israel renuncia gradualmente a la tierra, lo que recibe a cambio no es paz, sino una oleada de terrorismo sin precedentes. Lo que ha derrocado al Gobierno de Peres ha sido una coalición entre Teherán, la yihad (guerra santa), el asesino de Rabin, Hamás y Hezbolá.

El mundo árabe, por su parte, también debería realizar un examen de conciencia: Siria, aunque reclama la devolución de los Altos del Golán de acuerdo con el principio internacional según el cual "ningún territorio puede ser adquirido por la fuerza", insiste en recuperar el nacimiento del río Jordán y también la costa oriental del mar de Galilea. Éstos son en realidad territorios israelíes que los sirios tomaron por la fuerza en 1948. Ningún israelí, halcón o paloma, podría acatar esta absurda lógica siria.

En cuanto a los palestinos, que exigen justificadamente tener una patria independiente junto a Israel, todavía pueden conseguirla si dan a Isarel paz a cambio de territorio; pero paz, no terrorismo.

Habrá un día en que un embajador israelí y un embajador palestino presentarán sus credenciales ante los respectivos presidentes de los dos Estados vecinos. Cuando llegue este día, se habrá consumado el proyecto que Rabin pagó con su vida y Peres con su carrera. Estos dos arquitectos habrán visto realizado su plan. Puede que, al fin y al cabo, no esté tan mal que se haya elegido nada menos que a Benjamín Netanyahu para ser el contratista de este proyecto.

Amos Oz es escritor israelí. Copyright Amos Oz, 1996.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_