Doctrina para rato
Para las ingentes huestes -teutones incluidos- de iniciados en el cuasi religioso doctrinario de su líder y cantante, Enrique Bunbury, los Héroes del Silencio son la Summa Teológica. Para los otros, que tampoco son pocos, escucharlos en directo o disco resulta tan entretenido como traducir a Kierkegaard al euskera y tan lúdico y erótico-festivo como los Oficios de Viernes Santo.Al primero de los citados apartados de público, lógicamente, pertenecían los más de 10.000 jovencitos que abarrotaron el recinto.
Abría la noche el grupo colombiano Aterciopelados, que ofrecieron 45 minutos de rock combativo en el que cabía casi de todo: trash y vallenato. Hubiera estado bien oírles, pero el público impuso su rugido para reclamar la presencia del grupo estrella, mientras hacían la ola, daban palmas, gritaban y sucumbían a las lipotimias.
Héroes del Silencio
Héroes del Silencio y Aterciopelados. Palacio de los Deportes de la Comunidad Autónoma de Madrid. 2.000 pesetas. Viernes, 7 de junio.
Pero el delirio amenazó seriamente las estructuras del Palacio en el momento de estallar los primeros compases de Deshacer el mundo. Los Héroes del Silencio irrumpieron en el espacio escénico en medio de un ataque de histeria generalizada y dio comienzo un rito de mutua entrega, que habría de durar cerca de dos horas y en el que ríase usted de cualquier otro tipo de integrismo religioso. Bunbury -que nunca será Jim Morrison, ni falta que le hace- hizo entrada embutido en unos pantalones plateados y su voz, como siempre engolada, pugnó por hacerse oír, pero las gargantas podían más que él, repitiendo las letras enteras de Iberia sumergida, Parasiempre, Camino del exceso, Sirena varada o Entre dos tierras. Sería difícil resaltar, en esta velada, algún momento sobre otros, tal fue el nivel de tensión mantenida durante todo el tiempo.
Arrasaron los Héroes del Silencio en este concierto, que se aprovechó para grabar un disco en directo, demostrando que el momento que atraviesan es excelente y que va a haber, por tanto, doctrina para rato. Eso sí, sonreir un poquito tampoco les vendría nada mal.
Babelia
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