Un desastre a conmemorar
Aceptemos que la improvisación de la que nos acusan los eternos enemigos de España puede resultar en ocasiones una ventaja comparativa. Así fue reconocido por Washington a la hora de designar Madrid como sede de la Conferencia de Paz para Oriente Medio a finales de 1991. La virtudes del nunca bien ponderado Lluis Reverter, ahora oscurecido en la Caixa, brillaron a gran altura para que todo estuviera dispuesto y no precisamente en un hangar transformable sino sobre la pétrea estructura y las losas inamovibles del Palacio. Real. Las misma losas cargadas de historia sobre las que el joven Anson creyó escuchar inminentes los pasos amigos del monarca que llega. Luego, la cuestión sucesoria fue demorada por Franco otras dos décadas pero la agudeza en la percepción acústica del autor de Don Juan quedó bien acreditada.Vale por tanto la improvisación cuando ha de ponerse al servicio de alguna ajena impaciencia imperial, pero para nuestras cosas, sobre todo cuando están marcadas, como previsibles, es preferible anticipar el trabajo y planificar las tareas a cumplir. Los Juegos Olímpicos de Barcelona ofrecen, una prueba del traba o bien hecho y admirablemente coordinado que reluce más si cabe por contraste con las chapuzas de Atlanta, donde todo está a medio terminar, las obras se han venido abajo varias veces y los atletas padecerán unas instalaciones muy por. debajo de las de 1992. En cuanto al V Centenario del Descubrimiento, es cierto que una de las carabelas de Luis Yáñez tocó fondo durante el mismo acto solemne de su botadura pero apenas se recuerda que una vez puesta a flote pudo navegar la ruta del Almirante y españolear por todo el nuevo mundo.
Fueron operaciones de gran calado iniciadas en los primeros años de la transición cuando campeaba la UCD de Adolfo Suárez y continuadas por los socialistas de Felipe González desde el mismo momento de su llegada al Gobierno sin solución de continuidad. Que hubo de constituirse la sociedad estatal X o Z para superar rigideces administrativas, pues se hizo. Que hubo de proyectarse la esfera armilar, pues se proyectó. Que fue necesario constituir la fundación Spain'92, pues se constituyó. Y así sucesivamente. Este dinamismo es el que ahora por desgracia se echa en falta para avivar la conmemoración del desastre de 1898. Algunos piensan que bastaría con otro desastre para que el centenario dejara huella, pero una fecha tan redonda debe prepararse en condiciones sin dejarla al albur de los hermanos Garzón.
En un apasionante inédito Sobre el problema de la filosofía de Xavier Zubiri que acaba de editarse se recuerda el principio de inercia formulado por Galileo, según el cual "todo cuerpo tiende a permanecer en reposo o en movimiento rectilíneo y uniforme, mientras no actúe sobre él una fuerza que modifique su estado". Nuestro filósofo apostilla enseguida "que un cuerpo en reposo necesite una fuerza que lo mueva se comprende fácilmente. Pero que pueda seguir moviéndose sin intervención de fuerza alguna, es ya cosa sorprendente". El concepto de determinismo causal y de Naturaleza se ha ido forjando para Zubiri sobre dolorosas pero fecundas renuncias sin las cuales tampoco es inteligible la, instrucción del caso Gal.
Pero volviendo a las grandes conmemoraciones, mas o menos desastrosas, el público de a pie ha quedado desconcertado con las declaraciones del presidente Aznar ante su huésped, el norteamericano Al Gorel a propósito de Cuba. Incluso para hacer una política más o menos en línea, con Washington hubiera sido imprescindible manifestarse en discrepancia pública con la marrullería de la ley Helms-Burton, que pretende imponer normas de obligado cumplimiento al comercio y a las inversiones de otros países en la Isla Grande. Está probado que España pudo ahorrarse la guerra del 98 vendiendo Cuba a los Estados Unidos pero prefirió el honor de la segura derrota porque así se abría la puerta a la independencia cubana. Cien años después, cualesquiera que sean las diferencias con el régimen de Castro, sumarse al gringo grande resulta incomprensible. El libro Cuba despierta, que recoge el seminario celebrado en La Habana el pasado noviembre por la Asociación de Periodistas Europeos, permite confirmarlo.
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