_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Votos para hablar

LAS ELECCIONES celebradas el jueves en Irlanda del Norte pueden servir para desbloquear el proceso de paz, encallado desde antes de la ruptura de la tregua por parte del IRA, en febrero pasado. Pueden, pero no es seguro. De momento, los resultados reflejan un reforzamiento de las posiciones más extremas: el Sinn Fein pasa del 10% al 15% de los votos, y en similar proporción (del 13% al 19%) crecen los unionistas radicales de lan Paisley. Por contra, tanto los católicos socialdemócratas de Hume (21%) como los unionistas moderados de Triemble (24%) pierden posiciones, aunque ambas formaciones conservan los primeros puestos en sus respectivas comunidades.La polarización se escenificó muy gráficamente el viernes por la noche, cuando el reverendo lan Paisley se retiró de un debate televisivo al comprobar que entre los invitados figuraba Gerry Adams, líder del Sinn Fein. Adams acababa de rechazar la exigencia del primer ministro británico, John Major, de un compromiso de pedir al IRA el regreso a la tregua rota en febrero como condición para admitir a su brazo político en las negociaciones sobre el futuro institucional del Ulster, cuyo inicio está previsto para el próximo día 10. En otras palabras, todo sigue en el aire porque no es seguro que quienes convirtieron el conflicto político en un problema militar estén dispuestos a renunciar a su protagonismo.

La paradoja consiste en que, al mismo tiempo que rechazaba la condición del alto el fuego, Adams admitía no plantear de momento la reunificación de la isla y sugería una fórmula de autonomía de Irlanda del Norte bajo jurisdicción británica, siempre que "se respeten los derechos humanos, los criterios de justicia social y se reformen las fuerzas de seguridad". "El objetivo", añadió, "es ahora acabar con el conflicto [armado] y no poner fin a la lucha republicana, que puede continuar en otro plano".

El conflicto contemporáneo de Irlanda del Norte se inició a fines de los sesenta en protesta por la discriminación de que era víctima la comunidad católica. Discriminación en primer lugar electoral, derivada de un sistema censitario que excluía del derecho a voto a 240.000 ciudadanos, católicos en su mayoría, pero que se traducía también en terrenos como el mercado laboral, el acceso a las viviendas públicas y demás servicios sociales y la filiación -protestante- de los agentes de la policía local. Tal situación, o lo que quede de ella, podría ahora resolverse fácilmente si no fuera por la amenaza de la violencia sectaria y las heridas que su vigencia durante un cuarto de siglo han dejado en la población. Ni Gerry Adams ni los jefes militares del IRA ignoran que no es posible una negociación en la que una de las partes amenaza con reanudar la violencia si los resultados no les parecen satisfactorios. Por eso es imprescindible, como mínimo, la proclamación de la tregua.

Lo que ocurre es que para el IRA, como para todas las organizaciones militaristas, más importante que el desenlace de la negociación es hacer ver que su intervención violenta ha sido decisiva en el mismo. De ahí su resistencia a dejar el campo libre a los políticos, antes negándose a entregar las armas y ahora incluso a formalizar un compromiso de tregua. Pero esa actitud confirma que tal intervención no sólo no conduce a la solución de los problemas, sino que constituye un problema añadido que impide abordarlos y enquista los conflictos.

Los buenos resultados del Sinn Fein tienen la ventaja de que permiten ser interpretados como un respaldo a su posición de dureza -no aceptar condicionamientos para participar en las conversaciones- y, a la vez, como un aval a su apuesta por la vía de la negociación: al fin y al cabo, dureza verbal y bombas las ha habido siempre, y la novedad es que ahora los dirigentes se han comprometido en la vía de la negociación. Ojalá que esa ambigüedad sirva para que los militaristas se den por satisfechos y acepten dejar el escenario.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_