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Aquilino Duque y los molinos de viento

Acabo de leer varios artículos e informaciones de prensa sobre el poeta, ensayista y novelista Aquilino Duque (Sevilla, 1931), autor que conozco bien por haberle dedicado un capítulo en mi libro La estirpe de Bécquer. Esas informaciones hacen especial hincapié en el franquismo de este autor, en su defensa del fascismo e incluso en sus ataques a la democracia y apología del racismo y de la ideología nazi. La verdad es que me quedé al principio muy sorprendido. Tanto, que pensé que hablaban de otro. Que quizá había una confusión. Luego recordé el comienzo de nuestro trato -que empezó por un rifirrafe dialéctico y terminó en honda amistad- Y recordé lo que yo había pensado antes de conocer bien al hombre y a su obra: este Aquilino Duque es una paradoja andante: antifranquista y amigo del Alberti en el exilio romano, defensor del régimen de Franco cuando éste régimen era ya causa perdida... A Duque se le da muy bien defender las causas perdidas, caballero andante embistiendo contra grandes gigantes que no se sabe con qué embeleso se travisten en molinos de viento. Y ahora, por lo que leo, la que le ha venido encima es menuda.Ser mal interpretado es algo común en quien no piensa como el común, y eso creo que es lo que le está ocurriendo a nuestro personaje, quien no teme señalar los males de la actual democracia, ni tampoco las realizaciones positivas en ciertos campos muy concretos del fascismo. Hablo, claro está, del fascismo italiano como hecho histórico, que terminó mal en buena medida por errores inherentes a él mismo. Eso lo sabe Aquilino mejor que yo, y lo ha expresado en ensayos de gran lucidez, reunidos en su libro El suicidio de la modernidad, donde se revisa la historia contemporánea sin incurrir en los lugares comunes de la diestra y de la siniestra. Aquilino piensa, y así lo ha escrito en numerosas ocasiones, que la verdad no es de derechas ni de izquierdas, sino que a veces la historia le, da la razón a las izquierdas, y otras a las derechas, Y Aquilino Duque siempre, dicho sea en su honor, se ha esforzado a lo largo de su vida en intentar acompasar su paso al de la verdad.

Malinterpretado

Ahora Aquilino ha sido de nuevo mal interpretado, hasta el punto de ser llamado neonazi por Amical Mathausen, agrupa ción de supervivientes españoles de los campos nazis. Esto sé que le ha dolido en lo hondo, porque a pocas personas he conocido yo tan inequívocas en su apreciación del ser humano, sin distinción de razas, credos ni fronteras. Y quien quiera leer El suicidio de la modernidad, puede comprobar en las páginas 108 y si guientes cómo Duque señala la nefasta lectura que de Nietzsche hiciera Hitter: "Lo que en el filósofo fue nihilismo, en el político fue aniquilación". Y añade: "Menos mal que no fue Hitler el único que leyó a Nietzsche en la Alemania de entonces. También lo leyó Heidegger -destituido de rector en Friburgo por su oposición a que el antisemitismo entrara en la Universidad-, quien entendió esa crítica y negación de los valores judeo-cristianos como el primer paso hacia la recuperación del contenido de esos mismos valores".Ha saltado a la prensa una in terpretación errónea de este gran escritor, uno de los de más calidad, ética y coherencia que existen en la España de hoy, y esta interpretación nos ha dado la caricatura por el retrato. He aquí la única razón por la que, escribo este artículo: para deshacer en lo posible equívocos. Pondré un ejemplo de esta mala interpretación, ejemplo que ha saltado a la prensa. Habla Aquilino en las páginas de su último libro de un angoleño, "negro bozal". Se ha visto en este "bozal" un adjetivo racista y despectivo, cuando "bozal", según el Diccionario de la RAE, quiere decir "negro que sale por vez primera de su país". Por lo demás, las páginas que dedica a este negro angoleño Aquilino Duque (véase página 99 y siguientes de su libro Crónicas extravagantes), las podría firmar por su corrección política hasta un funcionario de las Naciones Unidas.

El intentar desenmascarar aquellas mentiras y ambigüedades que son parte consustancial de la mentalidad imperante -aunque se haga con magnífica prosa y aguda inteligencia- tiene estos peligros y sinsabores. Aquilino Duque no es el primer intelectual -ni va a ser el útimo-, malinterpretado por ello. Que se lo pregunten, si no, a su maestro Jünger.

Fernando Ortiz es escritor.

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