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ELECCIONES EN ISRAEL

El nuevo sistema electoral tribaliza la Kneset

, El complejo reparto de los 120 escaños en la próxima Kneset o Parlamento demuestra que si la sociedad israelí está dividida mitad por mitad en lo relativo al proceso de paz está, pero en muchas más porciones, en todo lo demás. Los grandes partidos nacionales, el Laborista y el Likud han sufrido serios reveses en la lucha por los escaños del Parlamento, en beneficio de partidos representativos de intereses comunitarios: los árabes israelíes, los religiosos y ultraortodoxos judíos y los nuevos inmigrantes procedentes de la desaparecida Unión Soviética

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Los israelíes tenían que depositar dos papeletas: en una escogían al primer ministro entre los dos únicos candidatos al puesto, Peres y Netanyahu; en la otra, votaban a uno de los 20 partidos aspirantes a componer la próxima Kneset. De la primera votación, una novedad en los 48 años de historia de Israel, el vencedor provisional era ayer Netanyahu. A falta de escrutar los 150.000 votos de los desplazados, el candidato del Likud iba por delante de Peres, con el 50,3% de las papeletas a su favor. Con la misma salvedad, la previsible composición del Parlamento, muy repartida, anunciaba que el futuro primer ministro tendrá que forjar una compleja coalición de gobierno.El gran derrotado era el Partido Laborista de Peres, que perdía una decena de escaños, al pasar de 44 diputados en la anterior legislatura a 34 en la próxima. El Meretz, situado a la izquierda del laborismo y su principal aliado en el desarrollo del proceso de paz, también perdía peso, pasando de 12 a nueve escaños. En este campo, tan sólo los partidos árabes -Frente Democrático para la Paz y la Igualdad, y la Lista Árabe Unida- registraban progresos. Las dos formaciones de los árabes israelíes, que disponían de un total de cinco escaños en la anterior Kneset, estarán representados en la próxima por siete diputados.

Religiosos y ultraortodoxos

El Likud de Benjamín Netanyahu no escapaba a la suerte reservada por el electorado a los grandes partidos, al perder nueve de los 40 escaños de que disponía. En el frente conservador, los partidos religiosos y ultraortodoxos eran los grandes vencedores de los comicios. El Partido Naciorial Religioso -entusiasta de la política de colonización de los territorios del Gran Israel bíblico-, el Shas -fuerte entre los judíos israelíes de origen sefardí- y Unidad del Judaísmo de la Torah -con mucho eco entre los llamados haredim o piadosos pasaron de disponer de un total de 16 escaños en la anterior legislatura a contar con 24 en la próxima. A los partidos religiosos, señalaban ayer los analistas israelíes, les benefició particularmente el sistema de doble elección. El electorado de fuertes creencias religiosas pudo así expresar sus sentimientos nacionalistas votando a Netanyahu en la elección directa a primer ministro, y a los religiosos en la votación para la Kneset. Eso arrebató papeletas al Likud, un tercio de cuyos electores tradicionales eran judíos religiosos.

La jornada electoral del miércoles supuso la irrupción en el Parlamento de dos nuevas formaciones: la centrista Tercera Vía -una escisión del laborismo que apoya el proceso de paz con los palestinos pero se opone a cualquier concesión a Siria- consiguió cuatro escaños, e Israel Ba Aliya, el partido de los inmigrantes rusos, bielorusos y ucranios dirigido por Nathan Sharansky, el disidente judío que pasó nueve años en una prisión soviética, que obtuvo siete escaños.

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Con la elección directa de primer ministro, Israel -creían los promotores de la reforma- podría escapar a la debilidad del poder ejecutivo que, sobre todo en los últimos lustros, ha caracterizado a un sistema basado en la representación proporcional pura. En una sociedad como la israelí, con múltiples líneas interiores de fractura -judíos y árabes, laicos y religiosos, derecha e izquierda, sefardíes y askenazis, viejos ciudadanos o inmigrantes recién llegados, partidarios y enemigos del proceso del paz...-, esa proporcionalidad producía parlamentos "a la italiana". El hecho de que el primer ministro sea elegido directamente por los ciudadanos debía poner coto a esa situación.

Pero las elecciones del miércoles han producido un mapa político aún más fragmentado que en el pasado, y el nuevo primer ministro, con toda probabilidad Netanyahu, tendrá que construir un complejo gobierno de coalición. Dispondrá de 45 días desde su proclamación oficial para presentar en la Kneset un Gabinete que obtenga la confianza de, al menos, 61 diputados. Si no consigue, tendrá que convocar nuevas elecciones. Todas las opciones seguían ayer abiertos, incluso la de un gobierno de coalición entre laboristas y Likud.

La coalición más viable

De confirmarse la victoria de Netanyahu, su coalición más viable sería la formada por el Likud (31 escaños), el ultraderechista Moledet (dos), los tres partidos ultraortodoxos -Partido Nacional Religioso (10), Shas (10) y Judaísmo de la Torah (cuatro)- y los inmigrantes rusos de Israel Ba Aliya (siete). Netanyahu obtendría así el apoyo de la mayoría de, la Cámara. Si a esa alianza, se sumara la Tercera Vía (cuatro), su fortaleza parlamentaria sería indudable.En caso de que los últimos votos que faltan por escrutar terminaran dando la victoria a Peres en la competición por el puesto de primer ministro, el sucesor de Rabin podrían formar un gobierno de coalición con los siguientes componentes: laboristas (34 escaños), Meretz (9), Israel Ba Aliya (7) y Shas (10). Incluso en ese caso, Peres necesaría de apoyos parlamentarios puntuales de los dos partidos árabes.

Los primeros análisis de los resultados confirman que Netanyahu obtuvo el apoyo de la mayoría del electorado judío (el 55,5% votó a su favor frente al 44,5% que apoyó a Peres). Esa inclinación a favor del candidato del Likud fue particularmente significativa entre el sector ultraortoxo, que en un 91,2% se inclinó por Netanyallu y en un 8,75% por Peres.

Los militantes de Israel Ba Aliya celebraron con vodka su triunfo en su primera presentación ante el electorado. La exitosa irrupción en la escena del partido de Sharansky se produjo en detrimento de la izquierda. En 1992 los laboristas obtuvieron el apoyo del 50% de los judíos recién inmigrados desde Rusia, Ucrania y Bielorrusia, y el Meretz, el 8%. Esta vez, la mayoría se ha inclinado por Sharansky. Un total de 700.000 judíos han emigrado a Israel desde la caída de la Unión Soviética.

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