Un torero infiltrado
, En la farsa que tenían montada se infiltró un torero. Se llama Víctor Puerto, venía a confirmar la alternativa y, cuando se fue, iba camino de la gloria.Tenían montada farsa o a lo mejor era circo; no se sabe muy bien. La farsa del toreo, el circo del valor: entre ambos reclamos estaba la fiesta. Litri y Jesulín de Ubrique habían de montar el número y estaban allí sus partidarios, dispuestos a proclamarles campeones de la tauromaquia contemporánea.
Como decía El Gallo, tiene que haber gente pa tó, y hay miles de almas (hablan, incluso, de millones) convencidas de que Litri y Jesulín -un valor temerario a toda prueba- son los campeones de la tauromaquia contemporánea.
Se sabe de la tauromaquia -no la contemporánea sino la de siempre-, que a los problemas que plantea ponerse delante de un toro se añade el peligro cierto de ejecutar las suertes según dictan los cánones. Aquello de citar frontal a la distancia debida, traerse al toro toreado, cargarle la suerte, vaciarlo donde proceda y ligar el siguiente pase ganándole terreno, no todos se atreven a hacerlo. En épocas pasadas, los que se atrevían, alcanzaban la categoría de figuras y si sabían interpretar con arte el canon, mandaban en la fiesta; los que no se atrevían, se quedaban en el montón o habían de cortarse la coleta.
Puerto / Litri, Jesulín, Puerto
Toros de Puerto de San Lorenzo (uno devuelto por iliválido), discretos de presencia, flojos, varios inválidos, aborregados. 2º, sobirero de Lora Sangrán, bien presentado, manso, con casta.Litri: metisaca, estocada -aviso- y dobla el toro (silencio); estocada muy trasera y descabello (silencio). Jesulín de Ubrique: aviso antes ¿le matar, pinchazo y bajonazo descarado (pitos); pinchazo y bajonazo descarado (pitos). Víctor Puerto, que confirmó la alternativa: bajonazo (aplausos y también pitos cuando saluda); estocada ladeada y rueda de peones (dos orejas); salió a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas, 28 de mayo. 18ª corrida de feria. Lleno.
Hoy es distinto. La tauromaquia contemporánea acepta de buen grado que sean figuras e incluso manden en la fiesta los que no se atreven y ya en el colmo de la confusión, la paradoja y el es carnio, a quienes menos se atreven los llaman valientes. ¿Se en tiende la razón de la sinrazón? Torero que se coloca fuera de la línea del toro, que cita tumbado -y, al tumbarse y alargar el brazo, la muleta le queda plantada por el Baix del Llobregat-, que no se trae el toro toreado, que en vez de cargar descarga la suerte -es el caso de Jesulín de Ubrique-, gana una multitud, de partidarios y le proclaman rey del valor.
Torero que se sitúa según lo dicho sin faltar detalle, que- al llegar el toro a su jurisdicción pega un respingo, que arrea telonazos, que la emprende a regates y gritos -es el caso de Litri-, gana igual número de adeptos (pueden ser los mismos; la fantasía no conoce límites), y consideran tan disparatado su arrojo que -lo toman por un conato de suicidio.
Estos ensueños llevaban los litristas, los jesulitistas y los isidros -que son igual de fanáticos, sólo que para todos en general- y se encontraron con la verdad d e la vida. Y la verdad de la vida fue que había también en la plaza una afición con distinto criterio sobre el valor y el arte de torear; y eran precisamente toreros -con su toreo- lo que quena ver; y salieron unos toros tan buenos que hasta parecían tontos de remate; y resultaba muy difícil montar con un mínimo de credibilidad la farsa y el circo, los alardes de valor y los suicidios, teniendo delante aquellos animalitos de Dios.
Y, por si fuera poco, se infiltró un torero; un torero dispuesto a enseñar a los litristas, a los jesulitistas, a los isidros y a los titulares de las causas respectivas, de qué va la vaina, cómo se ejecuta el arte de torear. Venía a confirmar la alternativa, se llama Víctor Puerto y es torero de escuela. De manera que lidió con mando en plaza, bregó seguro, meció la verónica sin mengua de uno solo de sus tiempos, interpretó la chicuelina, toreó en redondo y al natural, ligó pases de pecho soberanos, abrochó tandas mediante trincherillas y el afarolado garboso. Sin ligar las suertes a su primer toro, cuajándole una bonita faena al último, desde el pase cambiado hasta los ayudados finales. Y le dieron las dos orejas. Y salió por la puerta grande. Y ya tiene expedito el camino de la gloria, que podrá alcanzar si quiere. Y si no la alcanza -con su escuela, con sus condiciones, con la suerte ya de cara- no tendrá perdón.
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