Chicos listos
Hace pocas semanas, se estrenaba entre nosotros una broma considerablemente grosera, Abierto hasta el amanecer, en la que dos talentos del reciente cine independiente americano, Robert Mariachi Rodríguez y el inefable Quentin Tarantino, se dedicaban a aporrear córneas y meninges del respetable, en una inteligente operación de autoalimentación publicitaria mutua. Ahora nos llega otro producto de las mismas características, un mixed hecho con referencias de todo género, de la comedia al fantástico, firmada por los dos arriba mencionados, a los que se suman el en ocasiones interesante Alexander Rockwell y Allison Anders.Four rooms es una especie de Gran Hotel borde y desquiciado, un filme hecho de retazos, un patchwork siniestramente indigesto. Los elementos son comunes a los del filme de Rodríguez: numerosas citas cinéfilas, desde la emulación de la Pantera Rosa en los títulos de créditos hasta el homenaje a Jerry Lewis y su El botones, pasando por una inspiración / copia / homenaje a uno de los telefilmes de Alfred Hitchcock, The Man from Rio; un sentido del humor disparatado y paródico y bromas, otra vez, de dudoso gusto, todo para potenciar lo que a ciertos colegas les parece la cota máxima de la creación contemporánea: el hacer lo que a uno le venga en gana, en plan gamberro y porque sí, aunque el resultado carezca por completo de interés.
Four rooms
Dirección y guión: Allison Anders, Alexaindre Rockwell, Robert Rodriguez y Quentin Tarantino. Producción: Lawrence Bender, Q. Tarantino y A. Rockweil, EE UU, 1995.Intérpretes: Tim Roth, Bruce Willis, Antonio Banderas, Madonna, Jennifer Beals, Valeria Golino, Marisa Tornei, David Proval, Lili Taylor, Q. Tarantino. Estreno en Madrid: Ciudad Lineal, Liceo, Palacio de la Prensa, Vergara, Vaguada, Fuencarral y Rosales (V.O.)
Four rooms es así una suma de trozos que, como siempre en los filmes de sketchs, oscila en su interés en cada uno de los fragmentos, aunque no haya aquí ni uno solo de ellos que tenga interés. El punto de encuentro de todos es un botones, con el que Tim Roth da un auténtico recital de tics, muecas y despropósitos; una suerte de dibujo animado de carne y hueso al que le ocurren, en una sola noche, todo tipo de incidentes, desde un aquelarre de brujas hasta una apuesta macabra que le tendrá por ejecutor; desde hacer de niñero de un par de niños siniestros, hijos de un gangster, hasta protagonizar una rara sesión de discusión entre amantes. Todo ello, por lo demás, con el norte puesto en emular al insoportable Jim Currey, que se diría el numen tutelar del despistado amigo Roth.
Así las cosas, buscar una joya en medio de la basura resulta una operación estéril. Tiene alguna gracia el episodio de Robert Rodríguez, con un Banderas haciendo la caricatura de Banderas, el único papel, según parece, para el que el director lo considera apropiado. Tiene solvencia, como siempre en él, el desarrollo del guión del episodio de Tarantino, aunque lo menos que se puede decir de él es que se trata sencillamente de una canibalización hitcheockiana. De Rockwell más vale olvidarse, mientras que la dudosa palma de oro a la estulticia se la lleva la señora Anders con su tonto, irremediablemente estúpido episodio con brujas.
Babelia
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