Oportunidad desaprovechada
Cartel de toreros modestos, mal combinados, el de este festejo en la Monumental que registró menos de un cuarto de entrada. Y la oportunidad les sirvió de bien poco.Quizás la oportunidad les hubiese servido de algo más si la corrida previamente anunciada, de Vasconcellos, se hubiese lidiado completa, pero por cuestiones relativas a trapío, defectos físicos y astas escobilladas, se desecharon tres en los reconocimientos previos.
Dos de los remiendos fueron realmente imposibles y ahí los espadas tienen todas las disculpas. Pero en esta muestra de retales ganaderos, salieron tres ejemplares que no acabaron de ser aprovechados por tres espadas con pocas corridas en su cuerpo y ahí las disculpas ya no son tantas. Los tres toros citados, primero, quinto y sexto, junto a la actuación de tres subalternos, fueron lo más destacado de una corrida en la que los espadas brillaron poco.
Vasconcellos / Aguilera, Andujano, Rodríguez
Tres toros -1º, 3º y 5º- de José Luis Vasconcellos, dos manejables; 2º de El Pizarral, manso total, condenado a banderillas negras; 4º de Río Frío, con sentido y mucho peligro; 6º de José Samuel Lupi, manejable.Paco Aguilera: vuelta al ruedo y silencio. Andujano: aviso y silencio; dos avisos y ovación. Javier Rodríguez, nuevo en esta plaza: aviso y ovación, vuelta al ruedo. Plaza Monumental, 26 de mayo. Menos de un cuarto de entrada.
Destacaron tres subalternos: Alberto Soler, espectacular en banderillas; Valentín Luján, valeroso y sobrado de facultades en el mismo tercio, y Luis Carlos Aranda, que además de bregar eficazmente toda la tarde y estar siempre bien colocado, clavó dos pares extraordinarios de las negras al manso de El Pizarral, sobre todo el segundo, con el toro muy entero y sin fijeza, y en un terreno muy comprometido.
Del terceto de matadores el mejor librado fue Paco Aguilera, aunque hay que decir que le cupo en suerte un ejemplar de Vasconcellos de franca y boyante embestida. Lo muleteó con decisión y algo de barullo, hasta que encontró el terreno más apropiado, los medios, y allí, lo toreó con compostura y buen estilo.
En el cuarto estuvo valeroso, pero sus intentos fueron infructuosos, porque lo que tenía delante era un auténtico marrajo. El segundo huía de su sombra y Andujano sólo pudo matarlo con brevedad. En el quinto dio muy buenos muletazos, aunque bajando poco la mano. La cosa se enfrió, porque el toro tardó en doblar de forma definitiva.
En cuanto a Javier Rodríguez no se centró con ninguno de sus dos oponentes, estando más pendiente, con alguna picardía y con exagerada gestualidad, de torear al escaso público presente en la plaza que a los astados. Mató con prontitud y arrojo.
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