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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Pensiones públicas y mentiras privadas

Nadie en su sano juicio podría extrañarse si, un buen día, apareciesen publicados los resultados de un estudio, auspiciado y pagado por un grupo de aceiteros jiennenses, en el que se concluyese que el consumo generoso de aceite de oliva nos vuelve -¡qué casualidad!- más altos, más rubios y hasta más guapos e inteligentes. Del mismo modo, nada tan normal como los bancos privados cantando las bondades de sus planes de pensiones frente a la quiebra -inminente según ellos- de la Seguridad Social. Por supuesto, llegan a esa conclusión después de inocentes y rigurosos estudios nada sospechosos de parcialidad, faltaría más. Pero la verdad es otra. La verdad está precisamente en todo aquello que los bancos callan.Acostumbrados como están a cobrar a sus clientes hasta el sello de las comunicaciones que les envían por correo, los bancos no quieren saber nada de aquellos trabajadores cuya única posibilidad de obtener prestaciones modestas pero dignas está en el sistema público de pensiones. Atrincherados en cargantes y abstrusas teorías acerca del envejecimiento de la población, tampoco dicen nada acerca de la verdadera causa de las dificultades financieras de la Seguridad Social, que no es otra que el desempleo, causado fundamentalmente por esa legislación laboral regresiva que tanto les gusta a los bancos y a la patronal en general, esa legislación que condena a

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la precariedad y al subempleo a los jóvenes o que hace posible que un trabajador con cargas familiares esté contratado como aprendiz y cobrando por debajo del salario mínimo si es preciso. El problema es, pues, de empleo, y no de población, y lo que los bancos pretenden con su acostumbrada sensibilidad social es generar intranquilidad en los futuros pensionistas para captar en sus planes de pensiones un ahorro abundante y casi cautivo. El día que las rentas de capital y los activos financieros de los propios bancos contribuyan, solidariamente, al mantenimiento del sistema público en vez de intentar dinamitarlo, ese día el futuro de muchos trabajadores aparecerá menos sombrío. ¡Ah!, y conste que, a pesar de la comparación del principio, ningún otro aceite me parece tan sabroso y recomendable como el de oliva.-

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