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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Del campo a la ciudad

EL NUEVO Gobierno parece haber descartado una hipotética paralización de la reforma del sistema educativo emprendida a partir de la LOGSE, y ello a pesar de la manifiesta antipatía del PP hacia buena parte de sus postulados. Resulta irrelevante si ese descarte es un efecto, uno más, de la exigua mayoría alcanzada por el PP el 3-M. Lo verdaderamente importante es que el nuevo Ejecutivo esté dispuesto a hacer realidad su proclamado objetivo de impulsar un sistema educativo que ofrezca realmente una enseñanza de calidad para todos. Y para ello los principales mimbres con que cuenta no son otros que las leyes educativas vigentes, entre ellas la LOGSE.Los principales problemas que se ha encontrado la nueva ministra de Educación tienen que ver con una clamorosa exigencia de igualdad que proviene de la población de muchas zonas rurales de España. La distribución de los centros que han de impartir la nueva etapa de educación secundaria obligatoria (ESO) ha suscitado enorme inquietud en muchos pueblos pequeños. Los ubicados en zonas geográficas de complicada comunicación ven con malos ojos que sus hijos, ya desde los 11 años, tengan que viajar diariamente durante un tiempo más allá de lo razonable y por carreteras de, alto riesgo para acudir al centro de estudios que se les haya asignado. En otros casos, aunque las distancias y los itinerarios puedan resultar más llevaderos, la indignación de los vecinos se debe a un sentimiento de agravio comparativo porque, la Administración de turno decidió construir el instituto en el otro pueblo y no en el propio.

Al margen de que ello es en parte inevitable, alguna razón tienen quienes reprochan a su correspondiente Administracíón que la decisión sobre la distribución de los centros de la ESO se haya adoptado sin tener en cuenta la opinión de todos los municipios afectados. La elaboración de un mapa escolar requería una publicidad similar a la que es habitual en democracia a la hora de elaborar los planes de urbanismo, por ejemplo. Publicidad, participación y, a ser posible, el máximo consenso deberían haber sido las condiciones para la elaboración de la red de centros, y aun así no faltarían las quejas de quienes se consideraran perjudicados, en el reparto.

Éste es el reto que debe afrontar Esperanza Aguirre, quien diligentemente ha emprendido una inmediata ronda de negociaciones con los representante; de todos los sectores sociales afectados por el problema, más allá de algunos equívocos mensajes recordatorios de que la LOGSE no es la reforma educativa que hubiera querido el PP. Por supuesto, el problema es la limitación de recursos. La misma que ha determinado ya varias modificaciones del calendario de implantación de la LOGSE. Por eso, las reivindicaciones que plantean las poblaciones rurales constituyen un buen test para medir el grado de credibilidad que cabe otorgar al nuevo partido en el poder cuando afirma que la educación ha de ser la gran prioridad de su Gobierno (afirmación, por lo demás, común a todos los partidos en campaña electoral).

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Pero, por mucha voluntad política que se ponga en el empeño, es seguro que no ya a ser posible satisfacer las peticiones de todos. Es imposible construir institutos de secundaria y dotarlos de las instalaciones y equipos humanos, que la propia ley establece en todos los núcleos de población. Tampoco parece posible ni conveniente frenar la implantación de la ESO, como algunos declarados enemigos, de esta reforma piden aprovechando el río revuelto de los problemas que ésta está encontrando en las zonas rurales. Sí que son posibles soluciones de compromiso que permitan una aplicación flexible, de acuerdo con las peculiaridades de las diversas zonas rurales, como demandan las organizaciones agrarias que apoyan las reivindicaciones de las asociaciones de padres de alumnos rurales que van a manifestarse hoy en Madrid. Demandan soluciones provisionales que permitan ganar tiempo con vistas a un diálogo más pausado, allí donde hasta ahora no ha existido, para la confección de la red definitiva de centros.

En muchas ciudades, un porcentaje elevado de los alumnos que deben empezar la ESO el curso próximo lo hará en sus antiguos colegios de EGB o primaria. Se ha pensado que la distancia física entre el colegio de primaria y el instituto de secundaria al que aquél estará adscrito no impedirá que pueda mantenerse una relación permanente entre los miembros de los claustros de ambos centros para planificar su enseñanza en estrecha colaboración. La coherencia interna de los objetivos educativos de toda la etapa, que es de cuatro años, así lo exigen. Obviamente esa intercomunicación es más fácil en los barrios de las ciudades, pero no es imposible, con buena voluntad, también en el medio rural.

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