Los hermanos Coen encienden su humor libre y dinamitero
ENVIADO ESPECIALUn absurdo y sangriento suceso ocurrido en Minnesota sirve a Joel y Ethan Coen como base del en tramado argumental de Fargo, película que, en forma de thriller, contiene una despiadada visión metafórica de la vida en Estados Unidos. El refinado humor, libre y dinamitero, que emana de esta violentísima farsa, compuesta sin ningún énfasis y con mucho vitriolo, hace de ella una de las grandes películas de este gran Cannes 96. Fuera del festival, en la Quincena de los Realizadores, se proyecta ron Pasajes, de Daniel Calparsoro, y Edipo alcalde, coproducción hispano-colombiana escrita por Gabriel García Márquez, en las que nos detendremos en la crónica de mañana. Desde la grave y redonda Muerte entre las flores y los magníficos momentos que salvarán del olvido a la iconoclasta e irregular Barton Fink, los hermanos Joel y Ethan Coen no hacían cine de tanta precisión y enjundia como el que literalmente bordan en Fargo. Estos dos bichos raros del cine independiente norteamericano son a veces capaces de sacrificar el equilibrio y la armonía interior de una película por meter en ella con embudo un chiste que les gusta, una ocurrencia que les viene de repente, una imagen extemporánea que se les aparece o una simple gana de originalidad. Suelen combinar con sorprendente autoindulgencia el rigor extremo y la arbitrariedad más completa, el desaliño con el esmero y lo luminoso con lo opaco.
Dura y equilibrada
No es éste el caso de Fargo, película muy dura, pero equilibrada donde las haya, en la que los hermanos Coen organizan una sucesión de imágenes diáfanas; un guión en el que nada sobra y nada falta; y una composición de ritmo exacto y cuidadísimo, que hace de ella probablemente su obra más madura y serena, pese a que lo que narran es un despropósito de tal calibre que cuando se lo cuentan a uno (y es un suceso completamente verídico) parece inverosímil, pero que cuando es visto en la pantalla es completamente creíble.
Asistimos a una sucesión encadenada de azarosos y delirantes crímenes, que la mirada y el sarcasmo de: estos incatalogables y algo tronados cineastas convierte, paso a paso, sin caer en un solo desfallecimiento, en una metáfora de transcurso casi apacible, amable e incluso amistosa, de la vida cotidiana en una pequeña ciudad del Estado de Minnesota, donde ellos nacieron y del que cuentan: "Allí la tierra está completamente cubierta de nieve desde que comienza el invierno hasta que llega la primavera. Pero llega el calor, comienza el deshielo y la tierra va reapareciendo cubierta por desperdicios y por cadáveres". Fargo es la historia de unos cuantos de esos cadáveres que duermen ocultos bajo la nieve de las llanuras de Minnesota y que los peones camineros, los barrenderos y los sepultureros recolectan cada primavera.
El-humor macabro (pero sutilísimo, sin subrayados ni chistes) de los Coen carece de negruras. Es el transparente y blanco trenzado de los itinerarios de una pandilla de ciudadanos de orden completamente descerebrados y de dos estúpidos killers contratados por uno de ellos (el más tonto de todos) para resolverle un negocio que, efectivamente, acaban resolviéndole, pero llevándose por delante a todos cuantos bichos vivientes se ponen al alcance de sus pistolones.
El embrollo es resuelto por el tesón, la bondad y el ingenio de una mujer policía preñadísima, que anda a la greña por los caminos detrás de su tripa y sin perder nunca la mirada dulce y la sonrisa. Maravillosa composición de Frances McDormand. Otra actriz de raza, y ya van tres, a tener en cuenta para el reparto final de premios de esta edición de Cannes 96.
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