A dos meses del 3-M
A RESERVA del efecto que puedan tener los nuevos episodios judiciales relacionados con el caso GAL, la gente está más sosegada ahora que antes de las elecciones. Esa impresión, compartida por muy diversos observadores en las últimas semanas, se ve confirmada por el sondeo de opinión -Barómetro de Primavera- que hoy publica EL PAÍS. La percepción de la situación económica mejora un poco en relación con la existente en enero. Pero es, sobre todo, la de la situación política la que sufre un cambio radical, doblándose el número de los que la consideran buena o muy buena. No se registraba un porcentaje comparable desde 1990, antes de que comenzasen a manifestarse los efectos de la crisis económica que se estaba incubando. Una de las manifestaciones, más significativas del nuevo clima es la mejora espectacular de la opinión de los ciudadanos sobre los (los principales dirigentes políticos del momento, Aznar y González.Ya el mero anuncio de la convocatoria electoral había tenido un efecto tranquilizador de la opinión pública, que seguramente veía en los comicios la ocasión de cambiar de escenario e inaugurar uno menos crispado. Ese efecto se refuerza tras las elecciones, cuyos resultados parecen haber satisfecho a casi todos: pese a la escasa diferencia real entre los dos primeros partidos, el porcentaje de los que consideran buenos los resultados supera ampliamente a los que los consideran malos. Ello significa que buena parte de los perdedores comparte la lógica satisfacción de los vencedores, lo que confirma el hecho de que siete de cada diez votantes del PSOE consideren a ese partido vencedor moral.
Otro efecto de las elecciones es el afianzamiento de la imagen de Aznar, cuyo liderazgo considera consolidado cerca de la mitad de los consultados: algo que no era evidente hace cuatro meses. Los ciudadanos creen mayoritariamente que los pactos del PP con los nacionalistas que han permitido a Aznar llegar a La Moncloa son buenos para España, pero, sobre todo, que lo han sido para Cataluña y el País Vasco. La, asimetría es considerable: el 27% considera que los pactos son malos para España, pero sólo el 4% que lo son para Euskadi y Cataluña. Y entre el 75% y el 83% los consideran favorables para esos dos territorios. Son más los que piensan que los acuerdos favorecerán una integración del nacionalismo catalán a la política española que los que opinan que ayudarán a la aceptación de los nacionalismos por la opinión española. Pero, dado que la desconfianza hacia los nacionalismos venía fundamentalmente de la derecha, es muy significativo que los más optimistas respecto a la superación de la misma sean ahora los votantes del PP. En todo caso, una amplia mayoría piensa que los pactos del PP con los nacionalistas contribuirán a consolidar el sistema democrático.
En enero, el candidato Aznar merecía. una calificación inferior al aprobado, un 4,5 en una escala de cero a diez. En mayo, el presidente Aznar es calificado con 5,8 puntos, una nota que supera cualquier otra suya anterior. González rebasa incluso esa marca, situándose ahora en un 6,1. Algo insólito, dada la rigurosidad con que en general se califica aquí a los políticos. También Pujol alcanza su mejor nota, aunque no llega al aprobado en el conjunto de España, y hasta Anguita sube ligeramente. A esa mejora general de la opinión que merecen los, principales líderes han contribuido el tono y los contenidos del debate de investidura, especialmente en el caso de Aznar, cuyo discurso es visto a la vez cómo el de un hombre enérgico y el de una persona moderada. Pero también merece buena nota el de Felipe González, de quien la mayoría, incluyendo los votantes del PP, esperan una oposición leal.
El nuevo Gobierno es bien visto por la mitad de la población y mal por el 15%. De él se espera que sea capaz de alcanzar un pacto social y mejorar la situación económica, pero hay dudas sobre su capacidad para solventar los dos problemas más graves del momento: . el terrorismo y el paro.
En fin, la intención de voto vuelve a equiparar prácticamente a los dos grandes partidos, cuya distancia el 3-M fue de 1,2 puntos, si bien la mayoría prefiere a Aznar en La Moncloa. Sin embargo, esta preferencia resulta compatible con que una ligera mayoría se manifieste a favor de que el próximo presidente vuelva a surgir de las filas del PSOE. Esto último sólo puede significar una cosa: que el país sigue inclinado hacia el centro izquierda, aunque el deseo de cambio, de alternancia, ha sido en las elecciones del 3 de marzo más poderoso que esa inclinación.
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