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Editorial:EDITORIAL
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La hora de gobernar

JOSÉ MARÍA AZNAR será desde hoy el nuevo presidente del Gobierno. Que la alternancia con los socialistas se produzca desde la normalidad y sin que los derrotados se vean condenados a la marginación prueba la madurez del actual sistema constitucional. Es, sin duda, un mérito personal de Aznar, que en seis años ha conseguido transformar el partido excéntrico que heredó en una formación moderna y plenamente identificada con los valores constitucionales. Como es también muy meritoria la capacidad demostrada en los dos últimos meses para lograr el apoyo a su investidura de todos los nacionalismos moderados. Aznar llega así a la presidencia del Gobierno con todo el centro-derecha agrupado en torno al PP. Pero sólo la práctica de gobierno y actitudes desde el poder confirmarán si el giro al centro ha sido sincero o sólo una adaptación a las circunstancias. Pasa a la página 12

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La hora de gobernar

Viene de la página primeraLa normalidad con que se produce el relevo, subrayada por el tono especialmente civilizado del debate de investidura, constituye la mejor prueba del asentamiento de la democracia -de los hábitos democráticos- entre nosotros: algo que no se podía dar por seguro cuando se produjo el anterior cambio en la cabeza del Ejecutivo, hace 13 años, en plena resaca del intento de golpe de Estado del 23-F. Se atribuye al entonces sustituido, Leopoldo Calvo Sotelo, la intuición según la cual la transición sólo habría culminado cuando el principal partido de la oposición hubiera estado antes en el Gobierno. Es una idea que enlaza con la de los politólogos que consideran que una democracia no está plenamente consolidada hasta que no supera la prueba de la doble alternancia: que el partido que ha sustituido al protagonista de la transición cede a su vez pacíficamente su turno a otra formación. Si ambas ideas tienen fundamento, hoy es un día para felicitarnos de haber alcanzado ese punto de no retorno de nuestra vida democrática.

Es posible que la deliberada moderación de González en el debate de investidura -más pareció el último gesto de apoyo a la gobernabilidad que el inicio de su relevo- se prolongue en una oposición menos intemperante que la que protagonizó frente a Suárez y la que soportó de Aznar. Pero además de con esa ventaja, el nuevo presidente contará de entrada con la de un clima ciudadano más favorable al entendimiento que el existente hasta las elecciones del 3-M. Por una parte, hay síntomas de que la ley del péndulo apunta ahora hacia un mayor aprecio ciudadano por las políticas, actitudes y gestos de colaboración entre Gobierno y oposición. Por otra, también hay indicios de que la gente está cansada de la atmósfera de dramatización excesiva de la vida política creada, desde los medios por algunas personas amantes del peligro y añorantes de la tragedia,

En su discurso de investidura Aznar amplió la superficie de consenso a áreas que van más allá de las habitualmente, consideradas de Estado: no sólo terrorismo, política exterior y de seguridad, sino objetivos económicos ligados a la convergencia europea, garantía del Estado de bienestar, eficacia de los servicios públicos y autonomías. Es más fácil ofrecer consenso desde el poder que desde la, oposición, pero ha habido últimamente demasiado disenso y no vendría mal ahora una pasada por el acuerdo. De momento, Aznar ha conseguido para su investidura apoyos más variados -cuatro partidos con grupo parlamentario- que los conseguidos por Suárez, Calvo Sotelo o González. El tiempo dirá si se trata de un síntoma de apertura o sólo de posiciones adoptadas desde la necesidad aritmética para llegar al poder.

Un partido centrado y moderado: ése fue el objetivo que Aznar asumió hace seis años al ser entronizado por Fraga como su sucesor.La insistencia de entonces en subrayar su adhesión personal a esa doble definición chocaba con la, evidencia de su temprana afiliación a un partido, la Alianza Popular de Fraga, que no era ni centrista ni moderado. Pero es cierto que el camino recorrido ha ido en esa dirección, abandonando en el camino buena parte de la retórica de la derecha tradicional y marginando a los sobrevivientes de la generación fundacional. La operación era arriesgada porque Fraga había demostrado disponer de un electorado fiel de unos cinco millones de votos. Convencer a los indecisos sin perder a los fijos es un mérito que nadie podrá discutir a Aznar. Sin embargo, la prueba que falta es la decisiva: gobernar desde el centro, es decir, sin suscitar el rechazo frontal de la mayoría, moderada del país. Y articular, en la práctica, los acuerdos políticos que le han granjeado el apoyo de los nacionalismos moderados. Hoy, todo el centro derecha es suyo. Veremos cómo se utiliza el Boletín Oficial del Estado.

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