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Un provocador inveterado

Hay que advertirlo de entrada: Eloy de la Iglesia (Zarauz, 1944), homosexual, ex drogadicto, director de 22 filmes entre 1966 y 1987, nada tiene de cineasta convencional. La caligrafía de su escritura fílmica difícil mente satisfará a un amante de la qualité, los temas que ha abordado siempre se han situado más allá del "buen gusto", su voluntad de fustigar comportamientos banalmente "progres", por no hablar de sus ataques al conservadurismo de cualquier signo, resulta proverbial. Nada le ha frenado en su afán icono clasta -salvo las censuras de todo tipo: nunca ha podido rodar Galopa y corta el viento, un viejo proyecto sobre los amo res homosexuales de un guardia civil y un etarra- Nada, salvo él mismo.Nacido al cine en 1966, después de estudar algún tiempo en el prestigioso IDHEC parisino, su verdadera eclosión como cineasta audazmente reivindicativo y decididamente situado a la izquierda del espectro cinematográfico patrio se produce en los años de la transición, con filmes como Los placeres ocultos (1976), El sacerdote (1978) o El diputado (1978). Entre 1979 y 1982, Miedo a salir de noche, Navajeros y Colegas le convierten en cineasta de culto entre minorías izquierdistas, y de consumo entre amplios sectores populares: lo suyo con el público ha sido siempre la empatía profunda. Y droga, terrorismo, lucha política y abismos generacionales presiden su díptico más famoso, El pico (1983) y El pico II (1984).

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