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Reportaje:

Sin miedo a las 'vacas locas'

Alrededor de 3.000 personas degustan 40 calderetas en San Sebastián

No tienen miedo de las vacas locas. Los vecinos de San Sebastián de los Reyes (58.000 habitantes) llevan dos décadas metiéndose media tonelada de carne bovina entre pecho y espalda el 2 de mayo, y no están dispuestos a dejar que un prión (proteína que al mutar causa la enfermedad) de allende los mares les estropee la fiesta. Unas 3.000 personas se reunieron ayer en la Dehesa Boyal de San Sebastián para degustar más de 40 calderetas en la, novena edición del concurso que organiza el Consistorio. Pero la tradición viene de más antiguo. Hasta hace 20 años se celebraban becerradas en la dehesa, y cuando no pudieron continuar con la costumbre de torear a las vacas, los vecinos decidieron empezar a comérsela.Todos participan en esta tradición cocinando su caldereta. Asociaciones de vecinos, centros culturales, voluntarios de Protección Civil y hasta miembros de la Unión Federal de Policía doblan el espinazo para remover el guiso en los calderos: "Todo tiene su arte, pero es bastante sencillo. Se sofríe cebolla, ajo y pimientos, y luego se añade la carne, vino tinto bueno y agua, y se deja cocer para añadir finalmente las patatas. El secreto está en el punto personal que les quieras dar", asegura el encargado de preparar la caldereta del Centro Cultural Blas de Otero, que defiende que su secreto está en "añadir un poquito de aguardiente para ayudar a la carne a cocer".

"Este año no se pueden quejar de la carne", comenta uno de los organizadores. "Nos la ha cedido la empresa que sirve al Ritz y al Palace". Sin embargo, los hay perfeccionistas: "Nos han dado algunas patatas malas y hemos tenido que esperar para empezar a hacer la caldereta", asegura uno de los chefs de la Unión Federal de Policía, que ameniza la espera con pinchos de tortilla y tragos de sangría.Para el concurso, el Consistorio ha puesto media tonelada de carne, 600 kilos de patatas, 250 litros de aceite, 1.400 barras de pan y más de 100 kilos de ajos y cebollas. Pero los hay que también se lo montan por su cuenta: "Nosotros venimos con nuestras chuletitas y nuestros chorizos, y los asamos. Nos gusta la fiesta, pero no somos buenos cocineros", dice José Manuel, un joven de 19 años que ha montado su barbacoa con un grupo de amigos entre los perolos de caldereta.

Curiosos y gourmets de fin de semana pululan de una caldereta a otra hasta que los jueces inician el. reconocimiento de los platos. El alcalde y algunos concejales forman el jurado. Mientras, las tertulias culinarias se reproducen a lo largo del medio kilómetro que ocupan los pucheros. Al final hay un ganador sorprendente: la caldereta de la Unión Federal de Policía.

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