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Una recuperación trascendental

La noticia de la recuperación del Archivo Narváez me trae a la memoria dos recuerdos. El más cercano se refiere a una noche de diluvio en Santiago de Chile en la que pude verlo y comprobar su importancia. El más lejano en el tiempo, pero quizá el más vivo, se refiere a uno de mis maestros, Jesús Pabón, director de la Academia de la Historia y personaje clave de la causa monárquica durante muchos años. Había escrito un libro deslumbrante sobre Cambó y cuando empezó a publicar artículos sobre Narváez todos pensamos que acabaría proporcionándonos una obra tan esclarecedora como aquélla sobre la política española del XIX. Pero Pabón descubrió que en la Academia no estaba completo el archivo del político y general y tuvo que interrumpir su obra. Carlos Seco recogió en un volumen las publicaciones parciales de Pabón sobre el personaje.De él resulta evidente el papel cardinal que desempeño durante un cuarto de siglo en la vida española, desde 1843 a 1868. Por eso Donoso Cortés aseguró que fue la "columna" que sostuvo el reinado de Isabel II. Desmesurado, cuando no arrebatado, fue siempre uno de esos militares constitucionales que hicieron buena la frase de Pérez Galdós ("No hay España sin libertad y no hay libertad sin Ejército"). Su fama de militarote se compadece mal con sus amistades literarias y con el cuidado que pudo en la conservación de sus papeles. Personaje capaz de excitar la pasión por interpretarlo de ilustres escritores -Pérez Galdós, Valle Inclán, Baroja...- merece como pocos otros una biografía política a fondo.

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Es un misterio, ciertamente deprimente, cómo pudieron salir en su día de España sus papeles. Es posible que el archivo de Narváez estuviera dividido y que, por un legado, llegara tan sólo una parte a la Academia de la Historia. El hecho es que Sergio Fernández Larraín, embajador chileno en España durante los años sesenta, adquirió otra parte y la trasladó a Santiago. Allí apenas fue utilizado por su propietario, quien tan sólo lo publicó de forma muy parcial y sin el necesario aparato crítico.

No sólo adquirió el embajador estos papeles sino también otros, de escritores como Unamuno, Blanco White, Benavente... o de nobles y políticos. Pero sólo el traslado del archivo de Narváez fuera de España puede considerarse como una grave pérdida que producía un vacío evidente en la Historia política española.

Así se comprueba con sólo pasar la vista por el inventario de los papeles ahora adquiridos por el Ministerio de Cultura. Como cabía esperar aquí están todos los entresijos de la política española, desde las cartas de Isabel II hasta los prolegómenos de la revolución de 1868 pasando por las relaciones con el Vaticano y la correspondencia con los principales políticos de la época, de Bravo Murillo a O'Donnell, desde Prim al Conde de San Luis. Es muy dudoso que haya para toda la Historia española del siglo XIX un archivo privado tan rico como el de Narváez que ahora queda, de esta manera, reconstruido. A veces, en tiempos recientes, han existido polémicas sobre los archivos españoles. No tengo la menor duda de que esta recuperación es objetivamente mucho más importante que cuestiones como el traslado de los papeles del Archivo de Salamanca a Barcelona.

Si es lamentable que un día parte de los papeles de Narváez salieran de España, es digno de una entusiasta alabanza que ahora hayan sido recuperados.

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