Día del Libro (y de la Comunidad)

Aunque hace 24 años que el XII congreso del PSOE designó a Felipe González secretario de Prensa y Propaganda, su producción escrita no es muy extensa: algunos artículos en El Socialista y el prólogo a un libro de Peter Glotz sobre la nueva izquierda europea. Pero ahora se ha sabido que el presidente en funciones tiene escritas, "700 páginas de sus conversaciones con Gorbachov", según informaba el pasado domingo La Vanguardia. Se ignoraba esa inclinación. De Alfonso Guerra sí se conocían sus aficiones literarias desde temprana edad. Según confesó a su biógrafo, Miguel Fernández Braso, a los 12 años había escrito una novela titulada El pistolero de Denver, y a los 16 había inventado un estilo de escritura objetivista que los críticos franceses bautizarían años después como nouveau roman.¿Y Aznar? El futuro presidente debutó como autor con La segunda transición, libro del que lo que más le gusta a Federico Jiménez Losantos es su título. Este periodista desmintió el verano pasado, en una entrevista publicada en Abc, ser "el negro de Aznar", como habían insinuado algunas personas. Ahora ha recordado, en el mismo periódico, que se trata de "un libro colectivo". Así debe ser porque hay algunos párrafos que se reproducen casi literalmente en el programa electoral del PP, cuyo carácter colectivo se da por supuesto. Es el caso del capítulo relativo a las autonomías, el más trabajado del libro, en el que se esboza una línea que los negociadores del PP tratan ahora de hacer compatible con las exigencias de los nacionalistas. La dificultad mayor consiste en encajar el principio de equiparación competencial básica de todas las comunidades, defendido por el PP, con el de respeto a los "hechos diferenciales", esgrimido desde hace años por Pujol y Arzalluz.

Y, desde el martes, por Juan José Lucas. Con motivo del Día de Castilla y León, su presidente proclamó que "el Estado autonómico es la garantía del hecho diferencial de cada comunidad, añadiendo que la "pluralidad cultural, social y lingüística de España reclamaría, por su propia naturaleza, un desarrollo asimétrico del Estado de las autonomías".

Hechos diferenciales y asimetría. Se trata de un asunto sobre el que los especialistas llevan años debatiendo. (Se equivoca Pedro J. Rarnírez al imaginarse inventor de la expresión "federalismo asimétrico", utilizada recientemente por Pujol en una entrevista. Tan sugestivo concepto -equivalente al de agua seca o fuego frío- lleva más de una década rodando entre los suministradores de argumentos del presidente de la Generalitat). Es un asunto peliagudo porque, por una parte, la definición misma de "hecho diferencial" está sometida a controversia; por otra, dista de existir unanimidad a la hora de establecer en qué terrenos habría de manifestarse su reconocimiento. Si se trata de un pasado histórico singularizado, Aragón podría esgrimir tantos títulos como el que más; si de singularidad territorial, los archipiélagos llevarían ventaja, y si de legislación privativa, varias comunidades podrían presentar antecedentes solventes. En general se admite como principal "hecho diferencial" la posesión de una lengua propia, pero incluso en este terreno habría que hilar fino: en Baleares habla catalán el 72% de la población, y en Valencia el 50%; el gallego lo habla bien el 55% de los habitantes de Galicia y con dificultades un 36% adicional. El euskera es hablado por el 26% de los vascos.

En la duda, parece aconsejable evitar definiciones demasiado objetivistas y admitir que el principal hecho diferencial de Euskadi y Cataluña es que en ambas comunidades los nacionalistas suelen ganar las elecciones autonómicas. En coherencia con esa concepción liberal de la diferencia, el terreno preferente en el que los nacionalistas deberían plasmar sus ideas y valores sería el de la gestión: qué hacer con las competencias disponibles y no cuántas nuevas competencias logran añadir a la lista cada 4 años.