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FERIA DE ABRIL

Los 'fans'

Se llenó la plaza. El gran tramo de cemento que pudo verse en las primeras corridas de la feria lo llenaron los fans.Los fans estaban juntos pero no revueltos. Cada torero tenía sus fans, que se guardaban un respeto: usted aplaude al suyo, yo al mío y aquí paz y después gloria.

Pudo apreciarse que los fans de Jesulín de Ubrique bullían más en el sol, lo cual podría ser revelador de que el diestro de la tierra de los curtidos y las petacas contaba con el calor popular. Los de Manzanares y Joselito eran más distinguidos y se cargaban de razón ponderando el arte y la maestría de los titulares de sus causas respectivas.

Jesulín quedaba como un fenómeno aparte, acaso marginal, poco apreciado por los expertos en tauromaquia, los espíritus selectos, la élite, la ilustración.

Núñez / Manzanares, Joselito, Jesulín

Toros de Joaquín Núñez, tres rimeros sin trapío, 1º y 2º inválidos y aborregados, 3º con casta, resto bien presentados, flojos. 5º, sobrero -en susstitución de un inválido-, destrozado en varas, de encastada nobleza.José Mari Manzanares: tres pinchazos, metisaca bajo, pinchazo y bajonazo echándose fuera (silencio); estocada caída y descabello (oreja). Joselito: estocada baja (ovación y salida al tercio); aviso durante la faena y estocada (oreja). Jesulín de Ubrique: pinchazo y estocada caída silencio); dos pinchazos y estocada rasera (ovación y salida al tercio). Plaza de la Maestranza, 20 de abril. 4ª corrida de feria. Lleno.

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En lo concerniente a fans también ha cambiado mucho la fiesta. Antiguamente no se les llamaba fans -la palabra ni existía- pero tampoco se habría podido utilizar con propiedad pues los partidarios no se consideraban fanáticos de nada. Les gustaba su torero y punto. Quienes tenían con qué, le seguían a todas partes y si estaba bien caían en éxtasis mientras si estaba mal lo mandaban a freir puñetas. "¿Para este viaje me he gastado yo cien duros?", protestaba el partidario. "No vuelvo".

Los modernos fans en cambio, van a apoyar a su torero, que triunfe a toda costa, lo de menos es si torean toros o gatos, templando las suertes con aromas de alhelí o moliendo a derechazos, hasta al lucero del alba.

Los fans de Manzanares, convertido, en axioma que es un artista consumado, le coreaban olés aunque apretara a correr. La verdad es que corrió bastante. El hombre no se estaba quieto. Agachado en el cite, largando tela, extendido el brazo cuanto diera de sí, iniciaba gustoso el muletazo y, al rematarlo, ya se estaba quitando de en medio. En su primera faena mató fatal y quedó aplazado el apoteosis hasta más ver. En la segunda, desarrollada bajo un clamor de música y ovaciones, le dieron la oreja.

Joselito toreó sendos toros moribundos. El primero ya debía de venir tocado de ala de la dehesa y desde que saltó a la arena pudo apreciarse, que no estaba para muchos trotes. El diestro, de cuya maestría también han hecho axioma sus fans, lanceó a la verónica y por chicuelinas, porfió los pases que no tenía el pobre animalito y lo remató de un estoconazo apuntado a los bajos.

Al segundo, un ejemplar de casta y trapío, lo dejó medio muerto el individuo del castoreño. Un solo puyazo bastó. Tras hundir el hierro en un costado, el apocalíptico jinete apalancó allí la vara y, tapando la salida al toro para que no pudiera escapar de la barbarie, cuando le dejó, salir ya iba el animal pidiendo confesión.

Joselito se dedicó a exprimir la encastada nobleza del moribundo y a fe que lo consiguió. Fue por derechazos. Dos veces que tentó el natural le resultó destemplado y volvió a sumirse en la producción seriada de derechazos hasta batir la marca mundial. Los derechazos de Joselito podrían estar en el Guiness. Varios de ellos los dibujó con armónico deleite y la Maestranza vibró entonces como en sus mejores tardes de gloria. El resto careció de fuste, los hubo vulgarísimos y en plena melopea derechacista sonó un aviso. No importó. Cobró Joselito la estocada y le dieron la oreja.

Jesulín nunca podría ser tan maestro ni tan fino. Manzanaristas y joselitistas coincidían en el juicio -asimismo axiomático, faltaría más-, y se quedaron perplejos al compro-, bar que el ídolo del pueblo llano lanceó a la verónica con mayor quietud que sus compañeros de terna y ligó los mejores redondos y naturales de la tarde. No en el tercer toro, cuya casta le desboró. Sí en el sexto, al que instrumentó una faena bien construida, ligada con irreprochable templanza, a la que añadió los parones de su especialidad. Llega a matar a la primera Jesulín y les pega un baño al artista, al maestró y a sus respectivos fans. Mató a la tercera y sólo escuchó una ovación. Mal asunto a efectos estadísticos. Pero quedó claro que no hay enemigo pequeño. Y que cuando sale el torito blandón, todos se llaman de tú y hasta de tururú.

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