Un funeral de tercera
¿Un funeral de tercera? Así fue la corrida inaugural de la famosa Feria de Abril sevillana. El difunto, la fiesta.Un funeral de tercera... Sórdida función, larga y plúmbea. El público aplaudía al principio, pues la Maestranza se ha convertido en plaza de vocación triunfalista, y al final no aplaudía nada. Algunos hasta pitaron.
Sólo a la altura del quinto toro -empezaba a oscurecer en la Maestranza- José Luis Parada escuchó aplausos y olés. No es que su faena tuviera nada de particular (ni siquiera el toro era toro), mas el diestro sanluqueño cuenta con muchas simpatías en la zona y pues la tarde y la feria se le iban sin pena ni gloria, los espectadores partidarios de su personalidad y trayectoria resolvieron jalearle los pases.
González / Parada, Cordobés
Toros de Manolo González (5º y 6º sobreros), sin trapío, varios anovillados, inválidos, dos devueltos por este motivo.José Luis Parada: estocada corta caída (ovación y salida al tercio); estocada caída (silencio); estocada y rueda de peones (ovación y salida al tercio). El Cordobés: estocada caída y descabello (ovación y salida al tercio); pinchazo, media estocada caída, rueda de peones y dos descabellos (silencio); pinchazo y estocada caída (silencio). Plaza de la Maestranza, 17 de abril la corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
¡Bien!, ¡Olé!, se les oía exclamar, con esa característica entonación, breve y contundente, que rubrica duendes y pellizcos. Los pellizcos y los duendes, sin embargo, no pasaban de ser pura fantasía. La manta de derechazos que dio, naturales también y vuelta a empezar -siempre de costadillo, fuera de cacho, aliviándose con el pico, temple poco- no merecían tanto jolgorio.
A El Cordobés le tocaron la música en el segundo de la tarde, no se, sabe con certeza el motivo. Probablemente a la banda le entraron ganas de tocar. Atacó el pasodoble cuando El Cordobés pegaba unos animosos derechazos con el pico y, estudiada a fondo la cuestión, se deduce que no era razón suficiente. Derechazos animosos los dan todos los toreros a todos los toros; cientos de derechazos a todos los toros, todas las tardes, la inaugural de la famosa Feria de Abril sevillana también.
Toros es un decir. La mayoría de los ocho que salieron, novillos y gracias. Certificarían más años que Matusalén sus actas de nacimiento y correspondientes guías sanitarias, pero por la carita, las hechuras y el dulce mugir estaban aún en tierna edad. Al irse hacia ellos la acorazada de picar dotada de toda su brutal fuerza de ataque, el individuo del castoreño parando vara mortífera con ademanes de carnicero, corría por el coso maestrante la impresión generalizada de que se estaba cometiendo allí un cruel infanticidio.
Puestos a pegar derechazos, José Luis Parada se proclamó campeón. La mano izquierda la utilizaba igualmente, en interminable alternancia. Su faena al tronado torillo que abrió plaza dio la sensación de que no iba a acabar nunca. Acabó y le aplaudieron, podría ser que por eso mismo. El tercero embestía a duras penas, el pobre se iba a morir de un momento a otro y Parada le ahorró sufrimientos precipitándole el tránsito.
Toros o acaso novillos moribundos constituyeron la tónica del triste funeral. El Cordobés no se atrevió a perpetrar el salto de la rana, pese a que se lo sugirió un espectador a la caída de la tarde. Lo malo es que tampoco se atrevió a torear según los cánones. Bullía algo, ponía posturas tremendistas, hizo un desplante de rodillas, y nada de eso, ni separado ni por junto, impresionó a la afición.
La afición se preguntaba por qué El Cordobés ha contratado tres tardes en la feria. Y ya que la corrida no ofrecía ningún aliciente, se entretenía intentando averiguar a qué vino el mano a mano Parada-Cordobés, dos toreros de personalidad, edad, concepción del toreo y estilo absolutamente dispares. Lesionado Pedrito de Portugal, que estaba anunciado, se dijo que le sustituiría Fernando Cepeda y a última hora la empresa determinó dejar el cartel en un mano a mano que a nadie interesaba.
Los taurinos no precisan autorregulaciones para burlarse de la afición y cometer semejantes atropellos. El propio festejo transcurrió tal cual desean: un cartel que sirva al negocio, unos toros birrias, una caricatura de lidia, un público que paga y calla. Aseguran ahora que si quieren autorregularse es para recuperar la calidad. de la fiesta. ¡Oh, cuánta generosidad! Se debería entender, entonces, que los taurinos llevan años peleándose con los veterinarios y la autoridad, ellos presentando el toro íntegro, cuajado, limpio de pitones; autoridad y veterinarios exigiendo que traigan otros, fofos, sin trapío y mochos.
Toros fofos, sin trapío y mochos: he aquí la realidad de la fiesta. En menuda ruina; en menuda vergüenza; en menudo tostón la han convertido los taurinos.
Babelia
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