Finanzas más economía real
En las últimas semanas, en un contexto político de vaciedad gubernamental, La Caixa ha adquirido casi un 1% de Telefónica y el 3% de Repsol (anunciado el pasado martes). No es de extrañar la oportunidad de escoger el momento adecuado de un personaje con la habilidad de Josep Vilarasau, primer ejecutivo de la entidad financiera catalana. Las compras de la primera caja catalana, además de la interpretación de cada una de las operaciones en sí mismas, tienen otras lecturas interesantes de sugerir.En primer lugar, el hecho de la subida de una institución catalana como La Caixa al medallero del ranking de las entidades financieras estatales. Uno de los complejos históricos de la burguesía catalana ha sido el de no lograr en el sector bancario una presencia equivalente en tamaño e influencia al obtenido, por sus propios méritos, en la industria y los servicios. El último sueño fue el del banquero Jordi Pujol al frente de Banca Catalana, aventura que terminó de forma heterodoxa, en los primeros años ochenta, con los socialistas -sus socios hasta hace poco- gobernando con mayoría absoluta.
El agigantamiento de La Caixa -a los niveles del BBV o del Banco Santander-, entrando por cierto en el territorio comanche de los bancos con la adquisición del asturiano Banco Herrero (hasta entonces en el pelotón de las entidades de tamaño medio), no es flor de un día; se ha producido a lo largo del tiempo no sólo en el negocio financiero estricto, sino con su presencia en la economía real (fundamentalmente en empresas de infraestructuras y servicios). Finanzas más economía real: nada más coherente con el pensamiento de los empresarios catalanes y, también, con el del presidente de la Generalitat, procedente del mismo ambiente social. Las últimas operaciones de La Caixa se han sellado casi al mismo tiempo que se anunciaba -y luego se frenaba- la compra del Banco Atlántico por parte de la segunda entidad de crédito catalana: la Caixa de Catalunya.
En segundo lugar, no se puede aislar la operación empresarial pura del contexto en el que se está desarrollando: el de los pactos entre Convergència -formación favorita de los empresarios catalanes representados por Fomento del Trabajo Nacional- y el Partido Popular para llegar a un estadio de gobernabilidad tras la! elecciones del 3 de marzo. Aunque no se conoce oficialmente casi nada de estas conversaciones, sí ha trascendido el interés de Pujol de obtener de las mismas la participación en las empresas públicas (o de antigua mayoría pública) que tengan relación con Cataluña. Una demanda similar la ha hecho el PNV en el documento de negociación con el PP.
Ello legitimaría las especulaciones sobre la estrategia de La Caixa de ampliar su participación en Repsol y Telefónica -y por tanto, un nivel de influencia en su gestión y en el nombramiento de los nuevos gestores de las mismas o la consolidación de los actuales, Oscar Fanjul y Cándido Velázquez; o la entrada de la caja catalana en otra gran empresa española, ENDESA, presidida por el catalán Feliciano Fuster. De cerrarse este círculo, La Caixa se habría colocado en los núcleos duros de las tres grandes multinacionales de matriz española.
Esta realidad ha conseguido estar fuera del foco de atención de las negociaciones CiU-PP hasta la pasada semana, cuando La Caixa anunció la compra del 3% de Repsol. Pero el poder económico no se consigue sólo con un acuerdo sobre financiación autonómica o incluso con la participación en un Gobierno de coalición. El interés por la economía real, tan teorizado por los nacionalistas catalanes en los últimos años, pasa por el mundo de la empresa.
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