La dictadura imperfecta
Lo que parecía iba a ser, según la genial expresión del escritor Mario Vargas Llosa, una "dictadura perfecta", acabó mostrando sus profundas fisuras, sus hediondas entrañas. La dictadura perfecta exhibió todas sus imperfecciones en el insólito final de sexenio de 1994; sus élites en el poder, la tecnoburocracia conformada pacientemente en estos tres últimos sexenios, se vieron marcadas por esa imagen frente a sus pueblos y todos los pueblos del mundo.La historia nacional mexicana en los últimos trece años, desde la crisis de la deuda en 1982 y sus sucesivos ajustes (de la que se suponía que estaban saliendo cuando se dio el crash financiero del 20 de diciembre de 1994, a raíz de la toma y posterior declaración de autonomía por parte de los zapatistas sobre 34 municipios del Estado de Chiapas, generando la caída en picado de la Bolsa de valores mexicana, la salida masiva de capitales y la devaluación posterior del peso, arrastrando en su baja a todas las bolsas de valores del mundo en lo que vino a nombrarse como el efecto tequila -que ha sido calificado como la primera crisis del siglo XXI-), no ha sido más que una caricatura de las historias nacionales de las grandes potencias al exagerar los rasgos más arbitrarios del librecambismo, al eliminar casi todas sus barreras proteccionistas, haciendo que la economía mexicana pasara de ser una de las más cerradas del mundo a ser la más abierta.
Mientras en los países del Primer Mundo los Gobiernos subsidian de mil formas el desarrollo científico-tecnológico, industrial y agrícola, y la explosiva expansión de sus servicios, y pelean como gatos panza arriba la propiedad intelectual de sus descubrimientos, el Gobierno mexicano abre sus fronteras confiado en la mano invisible de una supuesta competencia internacional tan perfecta (el embargo de la exportación del atún mexicano a Estados Unidos es proverbial para comprobar lo anterior) y abandona la investigación científica en manos (te la divina providencia, propiciando una casi completa quiebra de su agricultura debido a que, según la teoría de las ventajas comparativas, resulta más económico importar el maíz y la carne de Estados Unidos que producirla en los Estados de Puebla y Veracruz; en aras de una supuesta modernizacion, permite la quiebra de ramas productivas; casi completas como la textil o la de juguetes.
El siguiente paso, después de lograr la ruina de numerosos industriales, comerciantes, agricultores y corisumidores, al darse como consecuencia la quiebra de la banca nacional acreedora, ha sido el usar a ésta como pretexto para justificar la venta masiva de su sistema financiero a la gran banca internacional, logrando así, al fin, que su economía quede totalmente transnacionalizada, es decir, globalizada.
Al mismo tiempo, y de manera complementaria, el sistema político mexicano, el régimen corporativo del partido de Estado y del presidencialismo despótico, el famoso "ogro filantrópico" del que hablara Octavio Paz, parece estar recibiendo sus estocadas de muerte, dándose la posibilidad de una transición a la democracia en ese país tan convulsionado por escándalos de corrupción financiera y de narco-política como los que ahora atraviesa la otrora poderosísima familia del ex. presidente Carlos Salinas de Gortari.
Pero todo parece indicar que en México un mundo se acaba y otro está en trance de nacer; la crisis del sistema político, del financiero, del productivo y de consumo se convierte, a nivel de las vidas cotidianas, en una profunda crisis de valores que desgarra su cultura y que hace de fenómenos nuevos, como el neozapatismo, verdaderas catapultas de las conciencias colectivas que pretenden dispararse hasta lo infinito de una democracia que jamás han conocido, pero que siempre han soñado como un renacimiento del árbol que contiene sus raíces.
La lucha por la autonomía, por medio de buscar la satisfacción de los pueblos indios nativos, de lograr el respeto a sus formas tradicionales de autogobierno indígena en sus etnorregiones, no es una lucubración teórica de un intelectual occidentalizado, frustrado por la mediocridad e impotencia del mundo académico, fugitivo-romántico-quijotesco-justicierosuicida, sino el fruto maduro de una lucha de resistencia y por la sobrevivencia en el transcurso de los últimos 503 años contra la invasión de un imperio centralista cuya secuela ha dejado marcada a la clase dominante criolla que todavía sigue gobernando. Por ello resulta dramático el espectáculo que ofrece una porción muy influyente de la intelectualidad mexicana -sin duda, la más criolla-, que trata de destruir a ese "mito genial", como se autodefiniera el famoso semiólogo-guerrillero, el subcomandante Marcos, en la histórica entrevista que le hiciera el dramaturgo y periodista Vicente Leñero en febrero de 1994: "¡No tenemos armas! ¡No tenemos dinero! ¡No somos extranjeros! ¡Soy un mito geniaW' (Proceso, 21 de febrero de 1994).
Los medios de información masivos (mal llamados de comunicación, puesto que ésta siempre implica una dialéctica entre el emisor y el receptor) pugnan por lograr que nuestras fantasías no despeguen de la publicidad comercial y oficial, con el objetivo de lograr que nuestros sueños más audaces no aterricen más allá de Disneylandia, Marbella o Cancún, para impedir que terminemos con el pasamontañas puesto y perdidos en la espesura de la selva Lacandona, donde los avances de la civilización científico-tecnológica-industrial-moderna requieren, para poder llegar, que se efectúe antes una indispensable labor de limpieza étnica (exterminar a los indios) y ambiental (terminar con la fabulosa biodiversidad de la selva: 500 especies de árboles por hectárea) para poder extraer la inmensa riqueza petrolera que tan irresponsablemente pisan estos indios zapatistas.
Por ello resulta fundamental que los ambientalistas, los que sentimos que hay una profunda relación entre el cambio social y la conservación del ambiente y, de manera subsecuente, la mejora de la calidad y de las condiciones de vida de la humanidad, luchemos contra el deterioro y la destrucción de la biodiversidad en general y de la selva Lacandona en particular, puesto que ésta es la única forma de detener el genocidio y etnocidio que se prevén como inevitables por las estrategias de penetración y de dominación imperiales sobre las riquezas naturales, sociales, económicas y culturales; las selvas no son más que los últimos territorios por conquistar.
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