Tres fórmulas para sanear el teatro
Albert Boadella, Gerardo Vera y Helena Pimenta reflexionan sobre la escena
Ellos tres dicen que el teatro es el ritual de la inteligencia, la manifestación artística en la que se nota más el pulso de la vida y el único reducto en el que el ser humano se plantea su conciencia crítica. Los directores teatrales Albert Boadella, Helena Pimenta y Gerardo Vera, en su encuentro para debatir sobre la situación actual del teatro, evitaron los habituales lamentos con mirada hacia el ombligo de esta profesión y adoptaron una actitud autocrítica.Los tres tienen el mismo oficio, pero lo abordan con fórmulas y conceptos escénicos distintos. A pesar de ello coinciden en lo básico, Piensan que el teatro está lleno de perversiones, de exageradas desmesuras del yo, de trampas. Para sanearlo hablan de normalización cultural, de considerarlo un bien social. Mientras tanto abogan por sistemas que protejan de los avatares políticos: crear fundaciones, apoyar la continuidad y conseguir una reducción en el IVA y otros impuestos.
Boadella, director de Els Joglars desde hace 34 años, tiene una compañía sólida y prestigiosa con la que ahora está en Madrid representando Ubú president en el teatro Nuevo Apolo. Pimenta dirige UR Teatro, joven y exitoso colectivo vasco de Rentería (Guipúzcoa), adscrito al teatro alternativo, desde el que abordan la pedagogía teatral, la programación de la sala Niessen y la creación de espectáculos como el Romeo y Julieta que se puede ver en el teatro Olimpia de Madrid.
Vera, un renacentista escénico contemporáneo, se dedica desde 1970 al diseño de decorados para teatro, cine y óperas, en los últimos años a la dirección cinematográfica y recientemente a la teatral, con la puesta en escena de Testamento de Josep Maria Benet i Jornet, actualmente en el madrileño teatro María Guerrero, sede del Centro. Dramático Nacional (CDN), del que forma parte del equipo de dirección.
El teatro no desempeña el papel social que le corresponde, para ninguno de los tres. Pimenta cree que tendría que ser algo fundamental para las personas. Lo afirma desde la vivencia personal de una pasión: "Debería eliminarse la idea de que el teatro es sólo mercancía o puro ocio, aprovechar lo que tiene de reflexión para darle un papel ético sin que se pierda su esencia".
Vera opina que el teatro es el único reducto donde se ejercita la conciencia crítica en una sociedad democrática, Desde su doble vertiente de hombre de teatro y de cine hace distinciones: "El teatro es la esencia sustantiva; el tipo de compromiso emocional y humano es mayor; en ninguna manifestación artística se nota tanto el pulso de la vida".
Pero la realidad escénica ha cambiado profundamente en el último siglo y así lo recoge Boadella: "El mundo del espectáculo ha sufrido variantes con la aparición del cine y otros medios de comunicación enlatados que han liberado de una serie de responsabilidades que antes recaían en el teatro, donde se hacían los telediarios. Ello ha reducido el sector, pero ha dado un sentido más esencial a nuestro oficio".
Boadella remarca que desde siempre el teatro ha sido el ritual de la inteligencia: "El individuo es muchísimo más inteligente en el colectivo escénico porque en el hecho teatral se da una multiplicación de emociones; nuestra situación es magnífica para transmitir el gusto por este ritual, con una vuelta a los espacios desnudos, a la importancia del actor y la palabra como elementos primordiales, pero no lo conseguirnos".
Vera incide en la cuestión apuntada por su colega: "Está constatado que en los países democráticos en los que la cultura audiovisual ha tenido muchísima importancia se han creado anticuerpos culturales contra esa invasión, pero allí la cultura, como bien social, está absolutamente asentada; aquí la gente no va al teatro, es una sociedad democrática muy incipiente, con todos los vicios". Boadella apunta que también hay que autoinculparse: "El teatro es un arte artesanal, aspecto que se debería romper, sobre todo en la explotación de los espectáculos, para que el público acuda más".
Una visión distinta es la que aporta Pimenta: "Mi experiencia ha sido de normalización; la sociedad actual no necesita mitos ni héroes, sino seres de carne y hueso capaces de provocar una distancia poética en un escenario..., en zonas como la nuestra; esa militancia en la normalidad de la vida ayuda mucho a estar al abrigo de todas esas vanidades que pueden turbar. Trabajamos el teatro como expresión natural de la vida, sin renunciar a la poesía, sin engañar; esa experiencia deja al público implicado en el hecho teatral, que ya le pertenece".
Los mecanismos masoquistas dentro de la dinámica de pensamiento del director de Els Joglars se ponen de nuevo en marcha a la hora de matizar esta cuestión: "Debemos corregir nuestros errores; en las últimas décadas ha habido una exageración del yo; es necesario que el público se sienta representado e implicado". Boadella señala que su terapia no hay que exagerarla: "Hay que sentir e intuir las necesidades del público, porque eso también forma parte del conocimiento de nuestro oficio".
Para los tres, la base de la estructura teatral está en la creación y mantenimiento de colectivos estables a los que hay que proteger de avatares políticos, ya que piensan firmemente que lo que da continuidad no es la evolución ideológica, sino estética. El futuro de los teatros institucionales lo ven en nuevas fórmulas jurídicas, como las fundaciones, que promuevan grandes proyectos culturales, que abran el teatro a autores nuevos y a obras de riesgo; para el sector privado abogan por una reducción en el IVA y otros impuestos como ya se aplica en otros paises.
"Lo que no puede ser es que el mundo del teatro esté aterrorizado porque haya un cambio político", dice Boadella; "seguramente el hambre ancestral que ha padecido este oficio ha hecho que nos hayamos agarrado como locos a los primeros dineros pú blicos, sin ver la responsabilidad que adquiríamos, porque es un sistema perverso".
"Ésa es la gran hipoteca", dice Vera. Pimenta piensa que es una trampa autoimpuesta: "Es un juego de dependencias, a pesar de que estamos en un arte efímero, que es frágil; queremos agarrarlo, fijarlo, hacer de él la eternidad, como ocurre en los enamoramientos; tenemos que asumir que nuestro oficio requiere un compromiso diferente".
Su encuentro lo rematan dejando claro que, a pesar de todo lo expuesto, en este momento es cuando más teatros hay abiertos y cuando más espectadores acuden a ellos.
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