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Tribuna:
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Idilio

Don Jordi Pujol.Presidente de la Generalitat de Cantalunya.

Barcelona.

Honorable señor:

La que suscribe, Cibeles, diosa y pagana.. estatua, natural de Frigia, madrileña por decreto, madridista por costumbre, cínica por convencimiento y estoica por aburrimiento, se dirige a usted para manifestar lo siguiente:

Que estoy hasta el moño de ocultar mis sentimientos. Ya me he cansado de ser emblemática. Preciso vacaciones, risas, despendole, marcha para mi cuerpo y olvido. Que me sustituya en las postales la Mariblanca, que, buenas ganas tiene de figurar. 0 el Ángel Caído, que también tiene su guasa un querubín depravado y maldito representando a la capital de un reino tan católico.

Como compruebe que éste es un tiempo adecuado para coquetear con catalanes sin ser acusada de traición, declaro que estoy enamorada de la estatua de Colón, como una loca. Dicho así, sin más, la cosa carecería de relevancia. Pero, don Jordi, no se trata de la efigie que hay en Madrid, sino de la que tienen ustedes en Barcelona.

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Preferiría que, de momento, no informara usted del compromiso al señor Aznar. Y mucho menos, honorable, que utilizaran ustedes el dato como un as en la manga para presionar a los pepes.

Opino que usted y yo deberíamos mantener algún contacto secreto antes de la investidura. Yo puedo ser una sibilina infiltrada en toda la mitad del medio de la cosa. Le propongo, como aperitivo de esas reuniones, algunos puntos de reflexión:

1. Javier Capitán ha dicho en la Cadena SER que ustedes han exigido un protocolo previo a todo pacto. La Liga, para el Barça. Los efectos de ese bochornoso acuerdo ya se han empezado a sentir en el Manzanares. Las pupas se ciernen sobre el Vicente Calderón. Creo sinceramente, señor Pujol, que se han pasado ustedes. El hecho de que el presidente del club rojiblanco ejerza de matón en un tractor de sinceridad, no les da carta blanca para machacar a la afición. Tenga en cuenta, además, que los hinchas de ese club son muy suyos, tienen un carácter difícil y no olvidan los menosprecios.

2. En algunos círculos se comenta que tienen ustedes atrapados a los populares, hasta tal punto que padecen los pobres el síndrome de Estocolmo. Sólo así se concibe el cambio radical que han efectuado de la noche a la mañana en sus firmes convicciones.

3. La mayoría de los madrileños no son ni centralistas ni castizos, les trae sin cuidado el chotis, miran con resquemor los nacionalismos, y su concepto patriótico es absolutamente cosmopolita. No estoy de acuerdo con la periodista Margarita Riviére. En su reciente libro El problema (Temas de Hoy), donde compara Madrid y Barcelona, dice que la Villa está llena de "malhumorados".

.4. Sí comparto otra afirmación contenida en el volumen citado: "Tanto en Madrid como en Barcelona, la tribu de los folclóricos y castizos prepara su contundente contraataque de afirmación propia. Esto me da miedo, porque aquí tiene mucho poder los chulapos alcanforados, que son más antiguos que el miriñaque de Isabel la Católica.

5. A los madrileños les gusta mucho reírse. Si usted quiere ganárselos de una vez por todas, haga lo siguiente:

"En la próxima foto oficial, salga usted con visera de Pichi y obligue al señor Aznar a bailar sardanas con la barretina puesta".

6. En cuanto a mi amor por la estatua de Colón, ya he mantenido con él encuentros íntimos y largas conversaciones. Le aseguro que también él está aburrido de ser tan significativo para la Ciudad Condal. Como yo misma, necesita una temporada de libertinaje y placeres prohibidos.

Transmita mis inconfesables ansias a Colón, querido mío.

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