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Que nos desintoxiquen

Juan José Millás

Mientras el mercado del éxtasis crece por la caída de precios, nace en Madrid la primera asociación juvenil de alcohólicos rehabilitados. Todas las cosas tienen su reflejo júnior: hay una asociación de jóvenes escritores, por ejemplo, y los partidos políticos están dotados ole organizaciones juveniles que constituyen su cantera. Al crecer atravesamos sucesivos espejos en los que nos reconocemos, creando así una ilusión de continuidad que nos conforta. Parece raro que siendo fragmentos, acrónicos, casuales, hayamos desarrollado esta pasión por lo ininterrumpido. Lo cierto es que los jóvenes ex alcohólicos, gracias a esta iniciativa, podrán en su día pasar a una organización sénior de alcohólicos anónimos con el sentimiento de que la vida es perpetua, invariable, sucesiva y constante. "Un alcohólico", dicen, "se puede rehabilitar, pero esto es como la diabetes, la llevas siempre encima, y si te cuídas, no pasa nada, pero si te despistas vuelves enseguida a la bebida". Así es la existencia: para ponerte bien has de reconocer todo el rato que estás mal. Madrid se encuentra fatal, y lo reconoce, pero no le dan la ley de capitalidad cultural que al parecer necesita. Entretanto, el alcalde no hace otra cosa que solicitar a la Comunidad competencias urbanísticas que Ruiz-Gallardón le niega. No nos extraña: vistos los conjuntos escultóricos que el municipio ha sembrado indiscriminadamente por las calles, da miedo. que se pongan a practicar ahora el urbanismo. En cualquier caso, ¿de qué hablamos cuando hablamos de ley de capitalidad? ¿De di nero, de competencias, de imaginación? Se ignora. Aquí, lo importante, con capitalidad o sin ella, es que nos desintoxiquen. Resulta, por ejemplo, que somos una de las ciudades más ruidosas de España..El reciente senador ciego del PP afirmaba el otro día por la tele que el ruido es para un invidente como la niebla para uno que ve. Sin embargo, ahora mismo está pasando por encima de mi cabeza un helicóptero y se me nubla la vista, como a los 17 municipios afectados por la ampliación del aeropuerto de Baraja, cuyos alcaldes han tenido que asociarse para ver si hay alguna forma de amortiguar el impacto. ¿Es necesaria una ley de capitalidad para regular el tránsito de los helicópteros sobre los tejados y de los aviones sobre: los colegios?

En lo que a ruidos se refiere, Madrid es la ley de la selva. Si los decibelios fueran mondas de naranja, o cáscaras de plátano, hace tiempo que estaríamos enterrados en basura. Parece mentira que tengamos un alcalde democristiano, capaz de creer en cosas que no ve, y no crea, sin embargo, que los decibelios pueden agredir tanto o más como las mondas de naranja, las cáscaras de plátano, las compresas usadas o las cacas de perro. Pues bien, losa aIcaldes de 17 localidades se encuentran con que no hay entre nosotros leyes antirruido. Tú puedes denunciar a alguien que te tire un retrete a la cabeza, como sucedió el otro día en una discusión de tráfico, pero si te colocan bajo la ventana una tonelada de decibelios, no tienes a quién recurrir.Para arreglar eso, no hace falta una ley de capitalidad cultural, sino un poco de sentido común. Nos encantaría, el día de mañana, crear una asociación de ex adictos al ruido, aunque fuera una asociación de viejos, pues, al paso que vamos, la cosa no se arregla. Aunque ni de viejos, ya verán: las peleas entre la Comunidad y el Ayuntamiento pasan por conseguir dinero, competencias, poder... Y eso que Ruiz-Gallardón y Álvarez del Manzano pertenecen al mismo partido, pero no se entienden por culpa del maldito ruido; así que lo primero, para curarse, sería reconocer que están algo infectados, o sea, que ni oyen ni ven por culpa de los helicópteros, de los aviones, de los coches. Después de eso vendría la cura. Y es que en la antigüedad, para romperte los tímpanos, tenías que ir a lugares específicos, pero ahora los decibelios. están, como el éxtasis, en todas partes. Y prácticamente gratis. No necesitarnos una ley de capitalidad, que ignoramos en qué consiste: necesitamos que nos desintoxiquen.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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