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Entrevista:EL FUTURO DE EUROPAMarcelino Oreja Comisario Europeo de Asuntos Institucionales

"Europa debe hablar con una sola voz"

Xavier Vidal-Folch

El comisario de Asuntos Institucionales, Marcelino Oreja, de 61 años de edad, representa al Ejecutivo comunitario en la Conferencia. Intergubernamental (CIG) que inicia el viernes la reforma del Tratado de Maastricht. Alberga un temor: que "uno de los caballos de batalla" de la CIG sea "el intento de limitar los poderes de la Comisión", su monopolio de la iniciativa legislativa y su competencia de "guardiana" de los tratados. "Si eso se desfigura, quebrará el conjunto del edificio". Se abre una batalla compleja, pero Oreja espera progresos en política exterior, adaptación institucional para acoger al Este y ampliación de libertades y seguridad interior de la Unión Europea (UE).

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Pregunta. La CIG empieza con el veto de Francia a que participe en ella el Parlamento Europeo, un mal augurio para el déficit democrático de la UE.

Respuesta. El Parlamento debería estar presente. No veo contradicción alguna. La apelación a la división de poderes clásica no es aplicable a la arquitectura comunitaria. Jurídicamente puede haber dudas sobre esta presencia, políticamente no. Pero eso requería la unanimidad de los Quince. Una vez que un Estado decide no aceptar observadores, hay que buscar otros medios para involucrar al Parlamento en la reforma. Hay tres fórmulas, acumulables: que sus representantes asistan a la apertura de todas las sesiones de trabajo; que periódicamente se celebre una conferencia interinstitucional; que la presidencia del Consejo le informe minuciosamente. Si eso se cumple, el resultado no será perfecto, pero sí suficiente.

P. El objetivo es adaptar la Unión a la adhesión de los países del Este.

R. Sí, porque el edificio no está hoy en condiciones de acogerles, porque su estructura ha llegado al límite de sus posibilidades. Pero la reforma debiera hacerse incluso sin contar con ello, porque necesitamos dar respuestas a los problemas de los ciudadanos que, dada la globalización económica y política, ya no tienen solución a nivel del Estado, sino mediante un ejercicio de soberanía compartida. Además, cuando florecen en el mundo grandes conjuntos político-económicos, Europa debe hablar con una sola voz. Hay que reforzar la unión política.

P. La Comisión propone incorporar el empleo al Tratado. ¿Qué eficacia tendría?

R. Es crucial promover el modelo europeo de sociedad, que aúna valores como los derechos humanos; una economía abierta, que genera competitividad empresarial; y la cohesión territorial y económico-social. La creación de empleo no resultará directamente de la política comunitaria, pero ésta puede crear las condiciones de una estrategia común que favorezca el empleo. ¿Cómo? A través de iniciativas como las grandes redes transeuropeas, la política de telecomunicaciones, de investigación o para las pymes. Fomentando la cooperación entre los agentes sociales. Consolidando los mecanismos de vigilancia de la política económica. Introduciendo en todas las políticas comunitarias el criterio de que contribuyan a crear empleos. Por eso, además del capítulo social global, hay que insertar en el Tratado una disposición específica sobre empleo.

P. Proponen culminar la libre circulación de personas y establecer un espacio de seguridad común. Pero esto choca con un convenio de Schengen semparalizado y con e desacuerdo que impide el nací miento de Europol.

R. Schengen fue un paso importante, que unos años antes era impensable. Demuestra que el método adoptado, la cooperación intergubernamental, es insuficiente para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Hay que integrarlo en el Tratado. La libre circulación debe completarse con una comunitarización de los asuntos de Justicia e Interior, el tercer pilar: asilo, inmigración, criminalidad, droga, terrorismo... Hay resistencias, pero también avances.

P. Otro capítulo estrella es la política exterior. También amenaza con amanecer estrellado, como sugiere Bosnia.

R. Proponemos tres medidas. Una: para preparar las decisiones, establecer una célula de análisis -es increíble que aún no exista- donde se integren las experiencias de los Estados y las de la Comisión. Dos: para adoptar las decisiones deberá operarse con mayorías, mayorías cualificadas o supercualificadas, de forma que la regla no sea la unanimidad, que es paralizante. Tres: hay que hacer más visible y más ágil la política exterior, pero inventar una figura que la encarne en solitario es una falsa solución. Debemos combinar dos elementos, el diplomático de los Estados y el económico de la Comisión.

P. Una Europa de 27 miembros no puede funcionar como una de seis.

R. La extensión del voto mayoritario es esencial para que funcione una UE ampliada. Las otras cuestiones, la mayor ponderación de votos de los Estados más poblados o la reducción del número de comisarios a uno por país, deben resolverse desde el objetivo de mantener el equilibrio que estuvo en el origen de - la Comunidad de seis países, tres grandes y tres pequeños. Si se refuerza la ponderación según el número de habitantes se desequilibra a los pequeños" y habrá que compensarles en otro aspecto. Si se deja a los grandes con un solo comisario se les perjudica... Lo esencial es mantener un equilibrio global asumible por todos.

P. Muchos, la Comisión incluida, apuestan por una Europa de varias velocidades. ¿Desmontará el invento original?

R. En parte ya existe, como en la unión monetaria. Proponemos la flexibilidad, pero no para todo, eso sería una Europa a la carta. Todos deben decidir sobre las reglas de juego comunes, aunque en algunos casos se apunten más tarde. Las condiciones para la flexibilidad son cuatro: compatibilidad con los objetivos de la Unión, respeto a su marco institucional, apertura al acceso de los Estados que deseen y puedan alcanzar formas reforzadas de integración, y mantenimiento del mercado único y de sus políticas complementarias.

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