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En manos de los bancos

La imagen y el peso de las cajas de ahorros en la economía norteamericana sufren todavía las consecuencias de la gran crisis de finales de los años ochenta y principios de los noventa, un golpe que perjudicó sin remedio a las instituciones. En el actual proceso de fusiones, son los bancos los que compran cajas, no al contrario. En 1993 había 2.262 instituciones de ahorros con activos superiores al billón de dólares y 10.968 bancos comerciales con 3,7 billones en activos.La trayectoria del volumen de crédito! hipotecarios -la gran fuerza histórica de las cajas- es significativa: en 1988, las cajas prestaron 925.000 millones de dólares; en 1993, 598.000 millones. En cambio, los bancos comerciales, que habían prestado 674.000 millones en 1988, subieron a 940.000 en 1993. La tasa de rendimiento de las cajas es muy inferior a la de la banca comercial y su futuro no parece ser otro que el de transformarse en bancos locales, dentro o fuera de las redes de los grandes bancos comerciales.

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Bill Fulwider, portavoz de la Oficina de Supervisión de las Instituciones de Ahorro, cree que la tendencia a largo plazo es esa, pero destaca que el proceso de saneamiento de la crisis está en una fase muy positiva y que las cajas han tenido ganancias récord en 1995.

¿Cómo se llegó a la catástrofe que cambió para siempre la in dustria del ahorro en EEUU? Una ley de 1944 permitía a las Savings and Loan financiar viviendas para los veteranos de guerra con intereses inferiores al 4,5% y largos períodos de amortización. Aunque la industria del ahorro tenía las manos atadas, disfrutaba de una fuerte protección ante la banca comercial. En los setenta, los tipos de interés se dispararon y las cajas de ahorro se encontraron ligadas a compromisos ruinosos.Acumulación de Pérdidas

Las presiones provocaron una desregulación que fue inmediatamente aprovechada por las cajas para lanzarse a competir con los bancos y a invertir en otros sectores más atractivos pero también mucho más arriesgados. Con escasa supervisión oficial y altas dosis de imprudencia, las pérdidas empezaron a acumularse, precipitadas por bruscos hundimientos de mercados inmobiliarios, la crisis de 1982 y la caída de los precios del petróleo, uno de sus sectores favoritos de inversión.

En una fuga hacia adelante para atraer dinero fresco, los ejecutivos algunos entregados a un tren de vida que no tenía nada que envidiar al de los tiburones de Wall Street- se embarcaron en nuevas y enloquecidas aventuras que culminaron en la catástrofe: la corporación que aseguraba las cajas quebró en 1987. Más de 7.50 instituciones en quiebra quedaron bajo control federal en 1989, dejando un agujero de medio billón de dólares que el contribuyente norteamericano no terminará de pagar hasta el 2029.

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