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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cantar para seguir viviendo, bailar para gozar

IV Festival Flamenco de Madrid: Antonio Mairena, las raíces

Cante: Chaquetón, José Menese, Carmen Linares, Manuel Mairena. Toque: Manuel Silveria, Antonio Carrión. Baile: Milagros Mengíbar. Teatro Albéniz, 1 de marzo.

José Menese, bien, gracias. Era el gran tema de la noche, extraflamenco si se quiere, ver cómo el cantaor afrontaría la prueba de cantar de nuevo ante un público después de su reciente y grave operación cardiovascular. El público, siempre enemigo potencial sin rostro, agazapado en una sala oscura hasta que comienza a manifestarse. Menese fue recibido con una ovación de gala, y supo que estaba entre amigos. Y cantó, cantó bien, controlándose, por supuesto, pero sin aliviarse demasiado. Cuando, por momentos, se le escapaba al aire su voz terrible, había quien le escuchaba con el corazón en un puño por si le pasaba algo. No le pasará: él necesita cantar para seguir viviendo.Hubo mucho cante, y casi todo bueno. Chaqueton se ciño al repertorio exclusivamente gaditano: la cabal a palo seco de su tío Antonio El Chaqueta, la malagueña del Mellizo, alegrías y tangos; son temas que Chaquetón domina con autoridad, y lo demostró con un cante 'profundo, medido en el compás y definitivamente jondo.

Carmen Linares se entregó con su garra habitual, brillando singularmente en la taranta -La Gabriela, ¡qué belleza!- y la bulería por soleá. Manuel Mairena se extendió demasiado, aunque su cante fuera bueno; es gran solearero y siguiriyero, y lo demostró, pero se eternizó en tientos-tangos y las bulerías cupleteras sobraron. Los jóvenes Silveria y Carrión hicieron a los cantaores acompañamientos sensibles y muy ajustados.

Triunfo personal

Milagros Mengíbar alcanzó al fin, en Madrid, un rotundo triunfo personal. Lo merece. Es bailaora al viejo estilo, que da al baile un tiempo prioritariamente lento, lentísimo a veces, casi como ralentizado. Lo vimos en su solemne versión de la caña, hecha con empaque y señorío. Esta forma de bailar, tan infrecuente hoy día, permite a la bailaora recrearse en un desarrollo interiorizado y con mucho temple, en que los pies apenas se mueven, y sin embargo el cuerpo refleja con admirable adecuación todo el sentimiento jondo de la intérprete.

Sólo una bailaora excepcional puede hacerlo así. Mengíbar, secundada por dos cantaores tan eficaces como Sevilla y Reina, y por un notable guitarrista, hizo también vistosas y muy flamencas alegrías. Fue un deleite contemplar su aire, en que el puro aspecto estético no es atractivo menor, ya que la Mengíbar es una hermosa mujer que sabe crear, en feliz fusión su arte y su imagen, admirables secuencias de enorme belleza visual.

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