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Madres e hijas

El libro de Laura Freixas, Madres e hijas, se ha agotado en 10 días. La segunda y la tercera o la cuarta edición también llegarán a agotarse. Tiene un prólogo en que Freixas, como editora, expone su criterio sobre la literatura que escriben las mujeres- y que, en síntesis, consiste en aceptar -contra lo que no se admitía en el feminismo primitivo que existe una literatura femenina. Después de este prólogo empiezan los relatos de 14 escritoras que giran en torno al asunto "madres e hijas" y que, por sí solos, ratifican la tesis de la compiladora.De la gente que se declara actualmente aficionada a la lectura, un 38% son varones y un 43% mujeres. Pero, además, si se trata. de jóvenes entre 18 y 29 años, mientras los varones se mantienen en ese 38%, las mujeres saltan hasta el 58%. El libro de Laura Freixas cuenta pues con grandes posibilidades de venderse bien. En ese 58%. entre los 18 a 29 años son todo hijas y algunas incluso madres e hijas. Pero más allá de esa barrera empiezan a multiplicarse las de doble titularidad. Las mujeres leen mucho ahora, más que los hombres, como se observa en las estadísticas, en las bibliotecas o en los autobuses, pero leen todavía más que nada cosas de mujeres, como parece natural. Los hombres también leen más cosas de hombres al día de hoy.

Es más extenso el censo de mujeres que escriben biografías y novelas románticas que el de mujeres dedicadas al ensayo o a la crítica y sus lectores hembras ratifican estas elecciones con su adhesión. No hay nada muy chocante en todo esto. Lo nuevo es que las mujeres tienden cada vez menos a pensar en lectores hombres -si es que alguna vez lo hicieron-, mientras los hombres -novelistas y no novelistas- se acuerdan o prestan creciente atención, consciente o no, a los intereses femeninos. Pueden, si lo desean, olvidarlos o despreciarlos, pero en ese caso el resultado comercial de sus libros se lo hace pagar caro.

Si el mercado ha incrementado su poder en la selección de novedades, ahora las novedades están tintadas de feminidad. Agradar a las mujeres es una necesidad no sólo conveniente para sentirse afianzado sexualmente, sino para afirmarse económicamente. El menosprecio del público femenino empieza a ser un menosprecio del público general. Las madres y las hijas, convertidas en legión consumidora, están ahí determinando el gusto y el énfasis de una sensibilidad, el predominio de una determinada producción. o una clase de comunicaciones.

No durará mucho, con todo, esta coyuntura: la influencia de lo femenino ira perdiendo importancia a la vez que vaya perdiendo importancia ser mujer; fenómeno que no ha sobrevenir muy tarde, vista la altísima cotización que ha alcanzado el género a final de siglo, y registrada, además, la fatiga que en esta pugna de la mística femenina están sintiendo las mejores mujeres. Las escritoras, entre ellas.

Y no sólo las escritoras. Las madres y las hijas de casi todas las ocupaciones se relacionan hoy con una complejidad desconocida hace un par de décadas. Josefina Aldecoa, con la que compartí mesa en un coloquio reciente, hacía referencia a esta interacción más intensa, correlato del contacto entre dos mundos ahora más sabrosos que hace un siglo. Mundos femeninos, sin duda, pero nutridos también con lo que antes eran biolementos exclusivos pata hombres.

Las mujeres se aprovisionan de información e instrucción a partir del mismo plato que sus pares masculinos, sufren derrotas parecidas, culpabilidades conmutables y desafíos equivalentes. Cuando las mujeres escriban con intensidad de todo esto seguirán convocando al público femenino, pero sumarán además a los hombres. En ese momento, considerado el conjuto, seremos muchos más los "lectores macho" y serán menos las "lectores hembra", en la nominación de Cortázar. La mujer habrá logrado el triunfo a esas alturas merced a haber pasado por encima de ella misma.

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