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Reportaje:VA DE RETRO

El caballo encontró aparcamiento

El arquitecto Chueca Goitia abogó por el regreso de la estatua de Felipe III a la plaza Mayor

No se sabe cómo reaccionarían los madrileños si el Ayuntamiento intentara cambiar de emplazamiento la Cibeles o la Puerta de Alcalá. Pero callados no se iban a quedar, a juzgar por la que se armó hace justo 25 años ante la sospecha de que la figura ecuestre de Felipe III no volviera al centro de la plaza Mayor, de donde había retirado casi dos años antes, en 1967, a causa de las obras del aparcamiento subterráneo.A finales de febrero de 1969, un diario madrileño llamó la atención sobre el hecho de que "un vacío escalofriante" residía la céntrica plaza. Nadie se explicaba por qué el equino no había vuelto a su lugar, cuando el aparcamiento había sido inaugurado en octubre de 1968. La polémica surgió de inmediato y ocupó durante casi un mes numerosas páginas en todos los periódicos de la época: ¿debe o no debe volver Felipe III a la plaza Mayor? Y si vuelve, ¿se pone en el centro o en un lateral? Es posible que exagerara, pero un columnista escribió en el diario Madrid: "Cunde por momentos la incertidumbre, y el suspense mantiene en vilo a los madrileños". La Vanguardia protestaba igualmente porque el monarca se encontrara "cumpliendo condena en el Retiro".

En 1967, el famoso bronce renacentista de Felipe III, realizado por Juan de Bolonia y Pedro Tasca, llevaba en la plaza Mayor 120 años, desde 1847, y sólo dos veces había sido retirado, en 1873 y 1931, en ambas ocasiones cuando se proclamó la República. Antes había permanecido en la Casa de Campo, hasta que la reina Isabel II accedió a trasladarla a petición del Ayuntamiento, y a instancias de Mesonero Romanos. El escritor madrileño sugirió inscribir en el pedestal las tres razones por las que debía permanecer en tan céntrico lugar -Felipe III nació en Madrid, aquí trasladó la corte, y la plaza quedó terminada durante su reinado- para prevenir precisamente los posibles caprichos de las futuras corporaciones.

Los partidarios del sí, que desconfiaban de un Ayuntamiento "capaz de trasladar a Daoiz y Velarde a la plaza de Cascorro", alegaban que, al cabo de los años, la plaza Mayor y el caballo se habían convertido en una unidad inseparable, en "una estampa clásica de Madrid". Hasta los turistas se preguntaban por el caballo. Un apasionado escribió: "El caballo, similar a los que retratara Velázquez, Sostiene al rey, que va cubierto con un arnés de torneo primorosamente cincelado. Es la imagen auténtica de la serenidad y, por su estilo, por el atuendo del rey y por la actitud del caballo, compagina perfectamente con la plaza Mayor". Venían a decir, en resumen, que "la plaza sin estatua no tiene gracia".

Otros, sin embargo, creían que no era para tanto y dudaban de que alguien pudiera echar de menos a un rey "tontaina". "Yo, la verdad, no entiendo", decía un periodista en El Alcázar, "que para vender boinas, souvenirs o relojes sea preciso tener a la vista a don Felipe III". El mismo columnista calificaba de "afán monárquico" a los partidarios del sí y, proponía que se colocara el monumento a la entrada del Retiro que da a la plaza de la Independencia. No faltó quien propuso que, para contentar a todos, se colocarán unas ruedas al monumento para lucirlo los días pares y retirarlo los impares.

El arquitecto Fernando Chueca Goitia recuerda muy bien el debate que se originó en torno a la estatua y en el que abogó con firmeza por su retorno: "La tradición, aunque de pocos años. era que se pusiera en el mismo lugar. Realmente, al construir el aparcamiento se planteó el problema de dónde ubicar la estatua, porque, como auténtico monumento que es, pesa bastante. Algunos, entre ellos nada menos que Secundino Suazo, abogaron por llevarse la estatua a un lateral, cerca de los soportales. Éste se inspiró en la idea de un urbanista austriaco, Camilo Sitte, que había propugnado colocaciones excéntricas de os monumentos".

El también urbanista. Miguel Fisac se sumó a la postura de su colega madrileño y consideró "obligatorio" que el monumento se ubicara en la plaza Mayor y en su centro geométrico.

A la discusión se sumaron los comerciantes, que de paso pedían la retirada de los bancos que se habían colocado bajo los soportales y que se permitiera la circulación rodada: "Si no permiten la entrada de coches, ¿quién va a venir a comprar? No entrarán ni los visitantes ni los turistas. Parece que se han propuesto hundir el comercio en la plaza Mayor", se quejaban.

El alcalde de la capital, Carlos Arias Navarro, que a finales de aquel mes. de marzo estaba en Nueva York, acabó a su regreso con el baile de la estatua. Tras calificar el asunto de "desorbitado", informó que los coches no volverían a la plaza, pero el caballo sí, tal como ocurrió poco tiempo después.

Chueca Goitia se alegró de su decisión. Considera que la figura ecuestre de Felipe III es de los pocos monumentos de Madrid que están donde deben estar: "También el Felipe IV, en la plaza de Oriente, está muy bien situado. Aunque veremos si después de la reforma queda algo en su sitio. El caballo de Carlos III en la Puerta del Sol no me gustaba al principio, porque está llena de cachivaches, hay demasiadas cosas, las farolas, el oso y el madroño, la Mariblanca, los quioscos de prensa, en fin, un enjambre, pero ya me he reconciliado. Pero, en general, en esta ciudad los monumentos no están bien ubicados. Madrid ha perdido, ha olvidado sus estatuas, sus fuentes, sobre todo estas últimas. Gozábamos de unas fuentes muy interesantes que se llevaron al Retiro, o a lugares donde no se ven, a las afueras. Hay muchas que se podrían recuperar".

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