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Elecciones 3 de marzo

Las nuevas orillas de Anguita

IU busca el apoyo de los socialistas atacando al aparato del PSOE

No ha conseguido todavía despejar sus propias dudas ni las de los demás. Después de 10 días de mítines, entrevistas y conferencias de prensa, julio Anguita continúa moviéndose entre la tentación de terminar en el mitin apocalíptico y terrible y la del discurso moralizador. Sólo hay algo claro: con Felipe González -nada personal, por supuesto- no hay acuerdo, ni regeneración posible, ni gobierno, ni socialismo. Con el socialismo y, sobre todo, con algunos socialistas se va a misa y se comulga si hace falta.Julio Anguita no es que haya moderado sus ataques hacia el PSOE. Es que se ha erigido en auténtico defensor de sus principios. A veces, en contra incluso de su auditorio, que tiende a silbar cuando se nombra al PSOE. Pero el PSOE no es el enemigo. Ni los socialistas. Hay un PSOE de la corrupción y un PSOE honesto, aclara. "¿Es que no son honestos socialistas como Nicolás Redondo?", pregunta y, a continuación, cuenta que el viejo sindicalista ha dicho que el voto útil no es para el PSOE. Entonces, el público, convencido y generoso, aplaude.

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El discurso de las dos orillas es ahora el discurso de los dos PSOEs. "El PSOE de Felipe González y el Partido Socialista Obrero Español", dicho por Julio Anguita con todas y cada una de sus letras. El salva siempre a los socialistas. A los que son, naturalmente, como Nicolás Redondo y como "otros más cuyos nombres no estoy autorizado a dar todavía". Pero llama a la rebelión contra Felipe González o contra los que son como él para poder así regenerar después, en paz y unión, a la izquierda real.

No es un mensaje aislado. En Andalucía, Luis Carlos Rejón hace lo mismo con Manuel Chaves: "Con los socialistas podemos gobernar. Con Chaves, no". Y en Cataluña, Joan Saura, más de lo mismo con Narcís Serra. No hay piedad con ellos. Son las bestias negras de una campaña en la que IU ha querido diferenciar al socialismo de sus líderes.

Pero dentro de IU no todos comparten estos esquemas. Hay sintonía en que el discurso tiene que ser integrador. Pero no se comparte la personalización de la campaña, que termina en un discurso en el que el PP se está yendo de rositas. A Felipe González se le condena incluso personalmente "porque ha traicionado a la izquierda". A José María Aznar, personalmente, se le disculpa "porque, al fin y al cabo, es la derecha".

Julio Anguita lucha contra sus propias contradicciones y contra las piedras que le coloca en el camino su propia organización. No está satisfecho con una campaña en la que, al margen del discurso, se han cometido errores de manual. El más evidente: su ausencia en la manifestación de Madrid contra el terrorismo. Anguita ha tenido que luchar contra la dirección de una campaña que ha organizado actos en horarios imposibles de cumplir hasta por su propia caravana, que se ha empeñado en mantenerle aislado de todo lo que le rodea.

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Y, cada día, sin poder despejar la misma duda. ¿Esta nueva forma de hacer campana , este discurso, atrae más votos o no? No está tan claro. En IU hay un cierto pesimismo ante los últimos sondeos. Aunque no crean en encuestas y las rechacen en público, la preocupación empieza a hacer mella en las filas no demasiado prietas de la coalición. Los más críticos, o los más preocupados, creen que sigue faltando coherencia interna en los mensajes. Y que todavía quedan apoyos por buscar, sobre todo en las filas obreras.

Pero tampoco hay que ser demasiado severo. Las Comisiones Obreras de Cataluña ya han pedido el voto para IC-Los Verdes. Y Antonio Gutiérrez, secretario general de CC OO, tuvo ayer una intervención absolutamente laudatoria hacia Rosa Aguilar, candidata por Córdoba. Gutiérrez destacó en el congreso de la Federación de Transportes Comunicación y Mar de este sindicato la valía de Aguilar como diputada y su trabajo, en el pasado, en su condición de abogada laboralista.

La guía de campaña es un buen ejemplo de las dificultades que encuentra la coherencia en este proceso electoral. Cuando Julio Anguita ha dedicado todas sus energías a negar la existencia de la pinza, la guía termina aceptando que haberla hayla. Eso sí, aclarando que las pinzas son necesarias para "airear a la luz del sol frente a la sombra del armario, para no traspapelar los papeles clave en toda oficina, para clasificar los asuntos, hasta los secretos" y -una auténtica joya- "las pinzas son necesarias para secar el calcetín sucio después de lavar". Mal lavados deben de estar cuando, tras la colada, siguen sucios.

¡Cómo es él!

Julio Anguita no se siente a gusto con los periodistas. Les teme y regaña -ahora menos-, pero les respeta personalmente y es raro que reproche directamente a alguno lo que escribe. Él mismo reconoce que, a veces, los que están a su lado le pasan informaciones que admite que pueden estar infra o supervaloradas o responder a intereses internos y en clave personal de quienes le rodean. Pero de alguien ha de fiarse, ¿no?Dicen los que le conocen que es un gran tímido. Y debe de ser verdad. Pero últimamente bromea más con quienes le acompañan en estos viajes. Se aprende los nombres de cada uno y en las ruedas de prensa les llama con el señor o el don por delante. Anima a que le hagan preguntas. Se ríe y gasta bromas. Está más relajado que en otras campañas, tal vez por la presencia discretísima de su compañera, Juana.

El otro día subió al autobús de los periodistas y habló de cine. "A mí me gustaban2, dijo, irónico, "Imperio Argentina y Miguel Ligero". No conoce películas actuales. Le recomiendan que vaya a ver El cartero y Pablo Neruda, que "salen muchos comunistas". "Entonces no voy", bromeó; "no puede ser buena".

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