Molina, el portero integral
Al margen de jugadas absurdas y resultados excéntricos, José Francisco Molina se ha erigido, junto a su socio Milinko Pantic, en una de las primeras claves tácticas del Atlético de Madrid. Tal vez en la más importante.Todo indica que el fútbol es un dominio inestable; el resultado de una vaga conexión de propósitos tácticos, impulsos personales y maquinaciones del azar. Parece, además, que esos propósitos, impulsos y azares se relacionan entre sí según una misteriosa ecuación emocional. Ignoramos por qué el jugador toma esta determinación y no la otra; sólo sabemos que las decisiones se encadenan y que los sentimientos individuales son contagiosos: siempre in ducen un clima. Si el Atlético de Madrid es al fútbol lo que las cadenas de montaje son a la industria, el primer eslabón del equipo se llama Molina; si la eficacia final empieza en la seguridad inicial, el secreto tiene el mismo nombre. Poco a poco, su juego de área, complicado pero eficacísimo, ha impregnado a todo el equipo y lo. ha convertido en lo que hoy es: un ejército de invasión que lucha para ganar.Si alguien quiere convencerse de que un portero puede tener tanta influencia en el juego exterior, sólo debe mirar y hacer números. Para empezar, Molina no se atribuye una tarea decisiva, sino dos: suma a la responsabilidad del guardameta la del hombre libre. De acuerdo con la primera, ataja disparos y centros; de acuerdo con la segunda, corrige las intervenciones de los defensores y marca la maniobra de contraataque. Este mecanismo de doble acción, un centinela junto a un patrullero, causa a su vez dos efectos tácticos del máximo valor. Gracias al primero, su equipo consigue una superioridad numérica que empieza en la última línea de cobertura y se transmite hasta la primera línea de vanguardia; gracias al segundo, el Atlético de Madrid lleva a sus defensas muy lejos de la portería. Aplica un principio táctico idéntico al que los británicos han sabido explotar cucamente durante siglos: hay que hacer la guerra lejos de casa.
Dicho con otras palabras, la movilidad del portero proporciona un guardia de corps a cada compañero de línea defensiva y echa el equipo hacia adelante. Luego, bajo la seguridad que da el fuego de cobertura, los laterales avanzan por el carril, los centrocampistas se sienten comprometidos con el despliegue y, libe rados de cocina, los comandos Kiko y Caminero se infiltran en las encrucijadas y atacan por sorpresa. Pero la primera aspa del molino se llama Molina.
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