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Tribuna
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La campaña del rencor

El viernes 30 de diciembre de 1994, Juan José Millás se despedía del año 94 y saludaba la entrada del 95 con una columna titulada El rencor, en cuyo primer párrafo decía: "Estamos instalados en el rencor y esto no hay quien lo pare. Van a salir rencorosos de todos los rincones para vengarse de la socialdemocracia orgánica". La columna concluía con una referencia personal: "El mío se ha quedado un poco anticuado, porque es un rencor de cuando la lucha de clases. Pero a lo mejor se lo doy a Anguita, para que le haga unos arreglos y me apunto otra vez a esa lucha, no por amor al proletariado, la verdad, sino por rencor al PSOE". De ahí qué calificara el año 95 como el "año del rencor".Se trata del análisis más lúcido y al mismo tiempo más estremecedor de lo que ha sido la vida política española que va a desembocar en la decisión ciudadana del 3 de marzo. La confluencia de rencores diversos y heterogéneos, de Amedos y Damboreneas, de Garzones, Navarros y Manzanares, de Pedrojotas y Perotes, de Condes y De la Rosa, de Sotelos y Redondos..., instrumentalizados parlamentaria y políticamente por Aznar y Anguita, ha dominado la agenda política del país, convirtiéndose en una maquinaria poderosamente destructiva no sólo de la acción del Gobierno, sino también del prestigio y legitimidad del Estado. Las denuncias falsas sobre el informe Crillon, los papeles de Laos, las escuchas del Cesid, no afectan solamente al Gobierno, sino también a instancias particularmente sensibles para la seguridad del Estado y para el prestigio y legitimidad de este último tanto en el interior como en el exterior.

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Es verdad que a medida que se aproxima el vencimiento de la letra puesta en circulación por la conjura de rencorosos y se vislumbra lo que podría ser la gestión política resultante de la misma, el entusiasmo vengativo de Millás parece haberse atenuado de manera notable. El viernes pasado en su columna Lo siniestro, comentando el libro de fotos de José María Aznar, alertaba sobre "el miedo que da ver a la velocidad que vamos al sitio del que veníamos".

Pero ya es tarde. Ésta es la campaña del rencor. Por eso Anguita se está convirtiendo en el personaje central de la misma. Anguita tiene un programa, pero no representa una alternativa real de gobierno para la sociedad española. Anguita en esta campana cuenta en la medida en que expresa única y exclusivamente el rencor contra el PSOE. Por eso el sindicato de los rencorosos intenta imponerlo en los debates electorales. Por eso el PP no está dispuesto a ir a ningún sitio sin él. Anguita le permite a Aznar tirar la piedra del rencor escondiendo la mano. Por eso le da todo el protagonismo que sea posible.

Esto es lo que singulariza esta campaña electoral y esto es lo preocupante. El rencor y la venganza son sentimientos estériles en casi todos los órdenes de la vida humana, pero en política son además extraordinariamente peligrosos. La Política y el Derecho, con mayúsculas, no son en el fondo más que instrumentos con los que domesticar los rencores que espontáneamente se producen en las relaciones competitivas entre los seres humanos. El rencor y la venganza es lo natural. La Política y el Derecho es lo antinatural, lo que canaliza la espontaneidad de tales sentimientos naturales, para hacer posible la vida en sociedad.

De ahí que la primacía del rencor y del espíritu de venganza no haya sido nunca precursora de nada bueno en política. Los españoles lo sabemos bien por experiencia. Quiero creer y confiar en que es una experiencia que no hemos olvidado.

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