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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Efusiones sangrientas

Hay una secuencia que ilustra con claridad el escaso rigor que preside este debut en la realización de Chumilla Carbajosa: Carmen Maura, cuyo marido está en Japón asistiendo a un congreso médico -congreso interminable, por otra parte: nada menos que un mes intenta comunicarse con él por teléfono para que, a su vez, él no la llame a su casa y descubra que no está... toda vez que se ha liado con su vecino, presente en la conversación. La mujer, que no habla nada más que castellano, no sabe cómo hacer para llamar a su marido: una telefonista se empeña en responderle, obvio, en japonés. Su vecino y potencial amante le saca del apuro con un inglés de manual: él dice, ella repite y así logra la ansiada comunicación con el marido. Nada que objetar. Pero es que dos secuencias después, necesitada igualmente de contactar con el marido, pulsa los números y... el marido se pone al instante, sin telefonista que se interponga, y sin explicaciones de por qué la japonesa ha desaparecido.En realidad, todos estos amores mortales están presididos por un cierto desaliño, por el apresuramiento, por el escaso crédito, parece, que al propio Carbajose le merece el asunto que él mismo dispone para el espectador. De hecho, el filme es bien poca cosa: una historia de triángulo que deviene en cuadrilátero, un par de escenarios inmutablels y una relación furtiva y ciertamente mortal: si algo no falta en el filme es sangre. Las situaciones que el guión ordena están presididas por un sentido del humor rupestre y la reiteración es la regla.

Amores que matan

Dirección y guión: Chumilla Carbajosa. Fotografía: Juan Molino. Música: Miguel Franco. Producción: España-Francia-Portugal, 1995. Intérpretes: Carmen Maura, Juanjo Puigcorbé, Jean-Pierre Cassel, Lucina Gil, Rafael Alvarez "El Brujo". Estreno en Madrid, cines Capitol, Luchana, PLaza Aluche.

Así las cosas, lo único que parece tener una cierta entidad es el trabajo de unos actores que, por decir poco, están librados a una triste suerte: no tienen personajes con los que involucrarse. A pesar de ello, los dos protagonistas, Maura y Puigcorbé, suplen con profesionalidad la nadería en que están metidos.

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