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Reaparecen los controles policiales en Belfast

Los habitantes de Irlanda de Norte reaccionaron con tristeza y amarga incredulidad ante la violenta' ruptura de la tregua del IRA. Los primero síntomas de que la luna de miel, que ha durado casi 18 meses, había tocado a su fin fueron evidentes de inmediato para los habitantes de la provincia. En la carretera de acceso al aeropuerto internacional del Belfast volvieron a establecerse los puntos de control del Ejército británico mientras los miembros de Royal Ulster Constabular -policía local- regresaban la rutina de las patrullas en e centro de la capital. Las atoridades británicas pocedieron también a cerrar de nuevo algunas carreteras que comunican el norte con el sur de Irlanda y que habían sido abiertas poco después de que el IRA anunciara el alto el fuego. Aunque Londres había procedido el año pasado retirar unos pocos centenares de soldados del Ulster, e grueso de las tropas británicas destinadas en la provincia desde hace 25 años permanecen aún en ella.

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En realidad, la relajación de las medidas de seguridad había afectado más a los aspectos puramente estético que a los cuantitativos.

Los soldados habían sustituido los cascos por las boina y su presencia había desaparecido de las calles de las ciudades norirlandesas, aunque seguían en los cuarteles.

Ayer, la consternación d los ciudadanos y la indignación en las zonas protestantes era enorme. Los meses de paz habían devuelto al Ulster la confianza en su propio desarrollo. Habían llovido los millones sobre la provincia, tanto los enviados desde Bruselas como desde Estados Unidos. El turismo había vivido un año de espectacular crecimiento y, lo que es más importante, el millón y medio largo de habitantes del Ulster había empezado a creerse en serio que la paz había llegado definitivamente.

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