Haití vive el primer traspaso de poder democrático en dos siglos de historia
Haití el país más pobre de América Latina, vivió ayer el primer traspaso democrático de presidente en dos siglos de historia. Jean-Bertrand Aristide, depuesto por los militares en septiembre de 1991 y repuesto en el cargo tres años después gracias a la intervención norteamericana, entregó la banda presidencial a René Préval, vencedor de las elecciones del 17 de diciembre, en las que obtuvo un 85% de los votos emitidos, cifra erosionada por una abstención del 80%. Préval, quien fue su primer ministro en 1991, está considerado la mano derecha de Aristide, prometió en su discurso de investidura "hacer florecer la democracia". Aristide seguirá al frente del movimiento Lavalas, por lo que se mantendrá como una importante fuerza en la sombra. Las calles de Puerto Príncipe aparecieron ayer con pasquines que invitan a Aristide a convertirse en candidato en el 2001, cuando termine el mandato de Préval. La Constitución haitiana no permite la reelección. Aristide tiene en estos momentos 42 años. Diez menos que Préval.
La toma de posesión de Préval, en medio de importantes medidas de seguridad, tuvo tres escenarios. Un acto de jura ante el Congreso, un encuentro con las autoridades extranjeras (entre ellas, el ministro cubano de Exteriores, Roberto Robaina, con cuyo país Haití ha restablecido relaciones diplomáticas) y una misa solemne en la catedral de la capital. "Juro ante Dios y delante de toda la nación, obedecer la Constitución y las leyes de Haití", dijo el nuevo presidente.
Préval se enfrenta ahora a los gravísimos problemas que ha esquivado cuidadosamente Aristide en estos 15 meses. Hereda un país roto económicamente (en los tres años de dictadura, el producto interior bruto cayó un 30% anual), y que no ha logrado crecer al ritmo esperado del 3%. La tasa real de desempleo es superior al 60% y la inversión exterior es casi nula. Todos los analistas señalan que entre las prioridades de Préval, además de la reducción de los índices de violencia y la normalización política, estará la privatización de empresas y una reforma de la Administración. Ambas medidas serán impopulares, pues provocarán pérdidas de puestos de trabajo.
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