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Pensando en el siglo XXI

Madrid no contó con Mirella Freni y Luciano Pavarotti para celebrar los 100 años de La Bohéme, pero no por ello renunció al recuerdo en este 1 de febrero. Con los mismos medios escénicos y musicales de las funciones de abono, el teatro de la Zarzuela convocó a un reparto de jóvenes cantantes (María José Martos, Luis Dámaso, Assumpta Mateu... ), dirigió la representación hacia un público juvenil, e incluso hizo un programa de mano con textos y dibujos de escolares.Estas propuestas suelen producir desconfianza en el mundo de los aficionados de toda la vida. Temen que los resultados sean de nivel de fin de curso en un colegio y cosas parecidas. No ha sido así en esta ocasión (y en muchas de las anteriores de esta experiencia), consiguiéndose una altura artística muy superior a la del reparto considerado titular.

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La diferencia fundamental radicó en que la representación, tuvo alma, emoción, frescura: factores todos ellos imprescindibles en un título como La Bohème. La espontaneidad del escenario se vio correspondida por un entusiasmo delirante en la sala. Hasta el foso se contagió, y los propios músicos de la orquesta obsequiaron con una ovación de gala a la maestra cubana Elena Herrera, en reconocimiento a la profesionalidad de su trabajo. Un espectáculo que genera tal carga de pasiones en artistas y público es, sencillamente, emocionante.

Se esperaba con interés la actuación de Luis Dámaso como Rodolfo. No en vano el tenor madrileño había obtenido el primer premio del Concurso de Canto Luciano Pavarotti. No defraudó. Su timbre de voz es espléndido, lleno de calor; si elige bien el repertorio (y no es Rodolfo uno de los papeles de los que debe abusar), puede hacer una carrera de postín. María José Martos, valenciana, dio a Mimí naturalidad, metiéndose en el personaje y viviéndolo en todas sus dimensiones, incluida la teatral. Su voz fluye con facilidad, y en su escena clave consigue ese punto de escalofrío que cautiva. La Musetta de Asumpta Mateu fue deslumbrante. ¿De dónde ha salido esta chica? Más vale no hablar de comparaciones con su equivalente del primer reparto. Mateo consiguió llenar la escena y dar credibilidad a todo el segundo acto, con unas características vocales idóneas a su personaje, y con una actuación llena de chispa, color y seguridad.

No desmerecieron los bohemios, encabezados por Carlos Marín, Rodrigo Esteves y Felipe Bou. La Bohème es una ópera en que los conjuntos, los ambientes, son primordiales. El cuarteto del tercer acto alcanzó cotas de una rara intensidad, y último acto fue de principio a fin impecable, incitando incluso a que rodaran algunas lágrimas entre el público. En ello tuvo su parte destacada la versión orquestal, ligada en espíritu y afinidad a las voces.

Con estas voces jóvenes e ilusionadas, Madrid ha puesto las bases de una Bohème para el siglo XXI.

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