Georg Solti, historia viva
La actuación de Solti, con la excelente orquesta de la Tonhalle de Zúrich ha constituido una de las cimas del actual festival canario. Solti es uno de los contados maestros históricos que viven y alientan y si desde el comienzo de su carrera despertó el interés de Bartok o de Toscanini; con la experiencia de los años y los triunfos, su personalidad me parece cada vez más interesante.
Nacido en Budapest, en 1912, forma en la promoción de Celibidache, Markevich y Giulini, aunque posea signos muy diferenciados. Fue Solti en todo tiempo un formidable estructurador de formas sonoras que construye con pujanza y estupenda continuidad, minuciosa acentuación y gran naturalidad afectiva.
Si Alban Berg, a propósito del Andante de la Novena, aludía a
una premonición de la muerte constantemente recurrente", en el Adagio de la Décima, nos hiere desde su belleza la tragedia última apenas atenuada en su expresión por la naturaleza lírica de su autor. En cambio, la Quinta de Beethoven será siempre un alto ejemplo de rotundidad formal en la que queda hondamente asumido todo enfrentamiento dramático; la obra toda, tan apretada de pensamiento y tan sustantiva en sus desarrollos, presenta tal consistencia que resulta imposible advertir en ella el menor pasaje con carácter de recurso.
Las dos creaciones encontraron en el viejo Solti y los estupendos músicos de Zúrich, traductores vivos, energéticos, iluminadores . Al escuchar a Mahler pensábamos en la lucha entre las sombras y una vislumbrada claridad; Beethoven sonó "como una ola de fuerza y de luz" que puso en pie a la audiencia del Pérez Galdós.
